miércoles, 12 de mayo de 2010

El color ignorado (la original sin podadora)

El color ignorado


Son negados desde hace cinco siglos. Los que llegan al país día a día son tomados como un nuevo fenómeno a pesar de que la historia de la población negra en estas tierras tiene más años que la propia nación Argentina. Su presencia despierta desde la xenofobia de muchos ciudadanos hasta la organización de otros para su asistencia.

Siempre se dijo que en la Argentina no había negros. Domingo Faustino Sarmiento alguna vez se dirigió “feliz” a los integrantes de la Cámara de Diputados “por la ausencia de gauchos, pobres y negros”. El ex presidente Menem volvió a hacer lo mismo más de un siglo después: “En Argentina no hay negros. Ese problema lo tiene Brasil”, dijo en una universidad EE UU. Más allá de la negación del papel de la población negra en la historia oficial del país, ésta comienza a ser cuestionada por los afrodescencientes argentinos y a esto se le suma la llegada al país de una nueva corriente de inmigrantes africanos día tras día.

La trata esclavista en estas tierras
Cuando Europa se encontró con tierras americanas, la trata de esclavos adquirió su gran esplendor. Los primeros negros que fueron traídos al país eran esclavos africanos y llegaron en el siglo XVI. La mayoría venían de Congo y Angola. Entraban por los puertos de Montevideo y Buenos Aires donde luego eran vendidos en mercados de esclavos.
La mayor parte eran enviados al interior del país para realizar tareas agrícolas, otros seguían hasta el Potosí de la fiebre de plata y los demás eran depositados en Buenos Aires o Córdoba parar hacer trabajos domésticos. Muchas familias coloniales vivían de su trabajo. Como señala Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina: “Los esclavos edificaron la casa de sus amos, talaron los bosques, cortaron y molieron las cañas de azúcar, plantaron algodón, cultivaron cacao, cosecharon café y tabaco y rastrearon los cauces en busca del oro. ¿A cuántas Hiroshimas equivalieron sus exterminios sucesivos?”
Se estima que a América latina llegaron vivos 12 millones de 60 que fueron extraídos de África. La mayoría moría en el camino por inanición, hacinamiento y epidemias.
Consumada la Revolución industrial, la burguesía europea decidió abolir la esclavitud. Acá, luego de la Revolución de Mayo, se declaró la libertad de vientres para las madres esclavas. La patria naciente requirió hombres negros para sus expediciones militares. La constitución de 1853 puso final a la esclavitud en lo teoría pero no en la práctica. La abolición fue más aparente que real, ya que muchos siguieron realizando las mismas tareas.

La “desaparición” y su aporte cultural
En 1815 había cerca de un 30% de población negra en Buenos Aires. Hacia 1887 el porcentaje oficial de esta población se redujo al 1,8 por ciento. ¿A qué se debe esta gran reducción de la población negra? Entre las causas se encuentran la gran participación de los negros en los ejércitos que lucharon por la Independencia y en las guerras con Brasil y Paraguay, las bajas tazas de natalidad y las altas de mortalidad frente a las grandes epidemias y el blanqueamiento progresivo por el mestizaje con la gran cantidad de europeos que llegaron a fines del siglo XIX y principios del XX. Para Marisa Pineau, docente e investigadora de la Secretaría de Estudios de Asia y África de la UBA., es más una cuestión de perspectiva: “¿Quién es negro? ¿Quiénes se identifican como negros? ¿A quienes el Estado les dice que es negro? A fines del siglo XIX empezó a construirse un Estado con la impronta del Estado nacional que convenció que lo blanco era mejor y superior y que quienes no tuvieran ese origen trataran de pasar desapercibidos.”
A pesar de la omisión del los ancestros de raza negra de muchos argentinos y del olvido de su presencia en la historia en la construcción del país, hay una gran influencia africana en la cultura argentina. Se estima que hay unos 500 vocablos derivados de leguas africanas. Los santos católicos de color como San Baltasar y San Martín de Porres pueden explicarse ya que las órdenes religiosas tenían grandes cantidades de esclavos.
También es significativa la influencia en los ritmos de las músicas y las danzas. La zamba, la chacarera, el candombe y el tango son productos de la influencia de la música africana. Al trabajar muchos negros como achuradores dieron origen a una de las comidas más tradicionales: los chinchulines asados. “Los africanos y sus descendientes hicieron un gran aporte cultural. Eso enriquece, no hay que esconderlo debajo de la alfombra”, señala Pineau.

Los nuevos africanos, el racismo y las organizaciones
Día a día cada vez más africanos llegan a la Argentina. Esta presencia se empieza a notar y hacerse carne en el paisaje cotidiano porteño. Las cifras van en ascenso y en las calles porteñas la migración africana comienza a percibirse cada vez con mayor énfasis.
Si bien la mayoría de las cifras oficiales no concuerdan con la realidad, algunas de ellas dan cuenta del aumento de la llegada de africanos a la Argentina en estos últimos tiempos. En el último censo del 2001, la población africana empadronada era de 1883 personas. Entre 2006 y 2008 el número de peticiones de refugio subió de 355 a 859, un 142%, según la Comisión Nacional de Refugiados. Entre esos años, más de la mitad de las personas que buscaron asilarse en Argentina provinieron de África. En La Plata se estima que llegan 9 africanos por semana en los cascos de los barcos. No hay datos oficiales pero se estima que los senegaleses, que son mayoría, ya superaron los seis mil.
“La situación para entrar en Europa se les hace cada vez más complicada y por otro lado la legislación actual de la Argentina es muy amplia y acepta el derecho a la inmigración. Eso influye para que cada día lleguen más africanos al país”, explica Pineau.
Mohamed es senegalés, tiene 20 años y llegó al país hace 9 meses escondido en un barco. Estuvo a punto de partir hacia Europa, pero algunos familiares suyos que se encontraban en España e Italia comenzaron a ser perseguidos y acosados por los gobiernos de turno. Vive en una pensión en Floresta junto a otro compatriota y a su hermano menor que llegó hace un mes y medio. “Era difícil vivir allá. Tenía trabajo en el puerto pero ni siquiera me alcanzaba para comer”, comenta con melancolía. Como la mayoría de los africanos trabaja vendiendo bijouterie en la calle. El dinero que gana oscila entre los 60 y 80 pesos promedio por día y a veces canjea mercadería por comida.
María “Pocha” Lamadrid creó la Fundación África Vive en 1997 luego de que el ex-presidente Carlos Menem negara a la población negra argentina en una universidad estadounidense. “Envié una carta a Página 12 respondiéndole al presidente: ‘Acá estamos los negros que usted no conoce’”, recuerda. Es quinta generación de afrodescendientes que llegaron como esclavos desde el Congo. María dice que su organización no busca un color sino que se identifiquen como negros: “Mucha gente me dice ‘mi mamá era negra’. Ese es el problema”. Un censo estimativo de organizaciones de afrodescendientes aseguran que son dos millones los argentinos con ancestros de raza negra. En el censo de este año* se incluirá la pregunta “¿Usted se considera afrodescendiente?”
Lamadrid se pone contenta porque cada día llegan más africanos al país aunque la mayoría no los reconozca como procedentes de África. Los afrodescendientes y los africanos, en general, no se llevan bien. “No nos llevamos bien. No acepté la organización para todos los negros. Me interesa la comunidad nigeriana”, dice Obadiah Alegbe, presidente de la Asociación de Nigerianos en el río de la Plata.”. Su asociación se dedica a promover la cultura y a la ayuda mutual intentando unir a los 1000 nigerianos que afirma que hay en el país.
Una consecuencia indeseable que padecen tanto los afrodescendientes como los africanos es la discriminación, desde la sutil hasta la xenofobia pura. A Bada Sall, una reacción xenófoba casi le cuesta la vida. A los 24 años tuvo que huir de un pueblo del interior de Senegal porque un movimiento guerrillero lo asediaba para que se uniera a sus filas. Hace más de un año que vive en Buenos Aires y en julio del año pasado* un policía, luego de decirle “negro de mierda”, lo golpeó e intentó fusilarlo con su 9 mm. La bala sólo le rozó el pantalón. “Me fui de Senegal para no tener problemas. Y acá casi me mata un policía”, se queja el moreno.
Hay otras dos formas de discriminación hacia los negros mucho más sutiles pero no menos racistas. Una es la “africanizar” algunos focos de pobreza extrema que descubren algunos grandes medios en el interior. Y el otro está en la carga ideológica del lenguaje cotidiano. Concepciones construidas como “trabajo en negro” y toda relación de “lo malo” con “lo oscuro” en nuestras sociedades, dan cuenta de un tinte xenófobo casi naturalizado en lenguaje. “Suena a algo clandestino. No es xenofobia, pero es un término racista igual”, asegura Pineau. Obadiah Alegbe, por su parte relativiza estos dialectos asegurando que “son términos que se utilizan en todo Occidente”. Para muchos África es el continente olvidado. Para otros África es sinónimo de negro. Negro en el sentido común de Argentina parece mala palabra. La historia oficial argentina ha olvidado a los negros. La población se está modificando con los africanos que llegan y forman familias en el país. Eso está cambiando y empieza a reivindicarse la importancia de su aporte en la construcción del país. Así lo afirma Pineau: “Que somos un país de descendientes de europeos nos lo enseñan en la escuela. La historia negó a los negros durante mucho tiempo. Desde hace unos 15 años esto empezó a cambiar para pensar una sociedad argentina multicultural”.

* Si la comparan con la nota publicada, queda empíricamente comprobado que achuraron toda parte histórica.

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