martes, 25 de mayo de 2010

sábado, 22 de mayo de 2010

No me crece el BIGOTE porque NO SOY GORRA *


* La planta entre los tedien es la reminiscencia del pastel de papas de la abuela

martes, 18 de mayo de 2010

Unasur, un organismo joven y de cimientos débiles

En sus casi dos años de vida, el organismo de las Naciones Suramericanas, no ha podido influir en el golpe de Honduras ni unificar postura respecto a la instalación de bases en la región. Un viernes en Brasilia, a mediados de 2008, doce presidentes suramericanos firmaron el Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR). En esos últimos días el tema “UNASUR” vuelve a tener revuelo mediático. El ex-presidente Néstor Kirchner asumió el pasado 4 de mayo como Secretario General. Más allá de las adhesiones patrióticas, o de las críticas patológicas que genere todo hecho que se vincule con el peronismo oficialista en nuestro país, lo importante es analizar el rol que ha tenido la Unasur a nivel regional. Si bien es un organismo relativamente joven, sus logros han sido parciales en lo poco que tiene de vida.
Lo primero que hay que recordar es que la creación de este organismo se dio en el contexto del reciente asesinato del general de las FARC en territorio ecuatoriano, Reyes, con la invasión de fuerzas colombianas al país bananero. Ese hecho casi desata una guerra entre Bogotá y Quito, a la que se sumó Caracas. Luego de unos duros cruces entre los mandatarios de estos tres países y una cumbre de la OEA en el cual se contuvo la retórica belicista, una frágil paz volvió a la región. Al poco tiempo nació la Unasur “apoyada en la historia compartida de las naciones integrantes y la unidad suramericana”, “afirmando la determinación de construir una identidad y ciudadanía suramericana y desarrollar un espacio regional integrado”.
Si bien es cierto que las naciones integrantes (Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay, Brasil, Ecuador, Bolivia, Perú, Colombia, Venezuela, Surinam y Guyana), en líneas generales, tengan una historia compartida, la alianza suramericana es tan simbólica y tan poco real como una alianza de compromiso. En principio por las divergencias político-ideológicas que hay entre los hombres de Estado. Y mucho más aún, con sus pueblos, que todavía piensan en “no mezclar naciones”, “no mezclar etnias” los más racistas. Las diferencias entre los pueblos y la poca comprensión de las diferencias con los otros, son palpables en las calles día a día. En nuestro país la discriminación para con los originarios de Bolivia y Perú, es cotidiana. Y los contrastes entre los presidentes se cristalizaron fácilmente frente dos hechos puntuales: el golpe cívico-militar de Honduras y la utilización de bases colombianas por las fuerzas militares estadounidenses.
En estos últimos dos sucesos, cargados de simbolismo, la entidad suramericana no pudo ejercer un rol protagónico para doblegar al gobierno de facto hondureño ni para condenar enérgicamente la presencia militar yanqui en América Latina. Respecto a Honduras, se abocó a condenar al gobierno de facto, a pedir la restitución de Zelaya y, en algunos países, se echó a los responsables de las cancillerías hondureñas. Pura diplomacia para nada. Ya a casi un año del derrocamiento de Zelaya, se celebraron elecciones, asumió un nuevo presidente reconocido por EE.UU. y por algunos países de la UNASUR como Perú y Colombia.
El caso de las bases es el más emblemático. En la cumbre de la UNASUR de fines de agosto de 2009 celebrada en la ciudad de Bariloche, se abocó a tratar solamente el tema de la utilización de las bases. Desde un lado se pedía una condena enérgica a la instalación de bases, desde el otro Colombia amenazaba romper con el organismo, que en ese caso hubiese dejado de existir. No pasó ni una cosa ni la otra. El documento final tuvo un pronunciamiento contrario a la mayoría de las posiciones de los países “que conciben (no por azar) que la instalación de bases son parte de una estrategia militar de Estados Unidos para la región que amenaza la paz, el orden constitucional y la soberanía de los recursos naturales”. “La presencia de fuerzas militares extranjeras –dice el documento- no puede, con sus medios y recursos vinculados a objetivos propios, amenazar la soberanía e integridad de cualquier nación suramericana y en consecuencia la paz y seguridad en la región”. En términos diplomáticos suena muy bien, pero la realidad y la historia belicista estadounidense distan de no ser amenazantes. Otro documento de la Fuerza Aérea de EE.UU. explicita que “es una oportunidad para conducir operaciones de espectro completo en América del Sur” y que desde allí “se podrá incrementar la capacidad para conducir operaciones de inteligencia, espionaje y reconocimiento”.
Otro de los factores que le juega en contra al rol que anhela asumir a nivel regional y global la UNASUR, es la campaña diplomática que ha lanzado su miembro más fuerte. Brasil, mediante su presidente, ha recibido a los más importantes jefes de Estado del mundo, y se ha metido en la lista de países que intentarán mediar en dos graves conflictos de índole mundial: el palestino-israelí y el enriquecimiento de uranio iraní. Lula apunta a que, en la posible ampliación del Consejo de Seguridad de la ONU, Brasil pueda ocupar una plaza. Si el Estado más grande y fuerte de la Unasur, obtiene el derecho a “jugar en las ligas mayores”, su peso a nivel mundial será mucho mayor que el que pueda llegar a desarrollar en un conglomerado de países subdesarrollados.
Mientras los líderes regionales de la UNASUR hablan de redistribución del ingreso, de la pobreza y hasta algunos se jactan de ser “marxistas-leninistas”, muchos de sus habitantes siguen padeciendo los embates de este sistema global. Esta clase de institución regional, como Unasur, hasta ahora no ha mostrado poder para detener un golpe de Estado o la instalación de bases extranjeras. No ha manifestado la firmeza ante la amenaza desestabilizadora estadounidense. Por más que sea intento positivo desde lo institucional, no tiene una proyección sólida por dos razones. Una es que de los integrantes de la Unasur, algunas administraciones son neoliberales y otras intervencionistas en la economía, por poner un ejemplo, son formas bien contrapuestas de administrar la riqueza. La segunda son sus pueblos, en los que reside la verdadera unidad. Si no nos empezamos a ver nosotros verdaderamente como hermanos, jamás podremos lograr la unidad latinoamericana para poder construir la patria grande que soñaron San Martín, Bolívar y, más acá, Ernesto Guevara.


domingo, 16 de mayo de 2010

El equipo de mi barrio

El barrio está que no puede más. El blanco y el negro predominan en las calles. La gente ríe, se para en las veredas y habla, cantan y tararean las canciones. No se puede creer. Tantos años, canchas, goles gritados, alegrías y sinsabores… Las paradas difíciles de la militancia: Cambaceres, Argentino de Quilmes, Flandria, Tristán Suárez… y ahora estamos ahí. Tan cerquita de lo que soñamos: jugar en primera. He recibido llamados de Salta, de Bariloche, Santa Fé, de todos aquellos a los que les trasmití la locura por el barrio. Una enfermedad que ya no me puede tanto como antes, pero que es un escape. Un momento, unas horas durante las cuales me olvido de la lucha de clases y me entrego a la masa. Los de Boca, los de River y todos los hinchas de los clubes de los que hay hinchas tanto en Tolhuin como en Yavi, jamás van a entender esta locura. Casi tres años privados de alentar a nuestro equipo de visitante y volveremos a hacerlo frente al “sexto grande” en el Gigante. Puede que ganemos y puede que no, pero nadie me va a quitar la alegría de ir con el barrio en búsqueda de la gloria. Afónico voy a quedar, de fiesta vamos ir y, si ganamos, qué pedal me voy a agarrar. En esta Promo vamos a demostrarle a toda la gggilada quién es Albois de Floresta, el equipo de mi barrio…

sábado, 15 de mayo de 2010

La parsimonia de su voz. Diario de viaje

Estudiaba socio-psicología. Caminábamos de regreso a Valizas el sol se moría tras los pinos del bosque. Tenía cara de “melanco”. Su novio “estaba en la joda y ella quería apuntar hacia algo”. “Me duele pero hay que seguir –dijo-. El objetivo que tengo en la vida es pregonar por el cambio de esta sociedad… Si no me quiere acompañar, él se lo pierde”. Lucía ayudaba a la alfabetización en una barriada empobrecida en los alrededores de la ciudad de Córdoba. Era divina, hablaba con una parsimonia que causaba admiración y ansias de escucharla. Sus amigas estudiaban filosofía y artes visuales. Andaban recorriendo Uruguay en un 206 que hacía de casa rodante. Hubo con mucha gente con la que hice “buenas vibras”, pero Lucía fue una de esas con la cual conecté. Con otros había hablado tanto tiempo; con ella me bastó tan sólo una hora y veinte. No la volví a cruzar y me quedé con ganas de, por lo menos, una charla más. En lo que a mí refiere, queda comprobado que la cantidad de tiempo no es directamente proporcional a al grado de conectividad. Le confío un poco al azar y, si él no se empecina, en una de esas tengo suerte y vuelvo a escuchar esa voz prudente y morigerada.

miércoles, 12 de mayo de 2010

El color ignorado (la original sin podadora)

El color ignorado


Son negados desde hace cinco siglos. Los que llegan al país día a día son tomados como un nuevo fenómeno a pesar de que la historia de la población negra en estas tierras tiene más años que la propia nación Argentina. Su presencia despierta desde la xenofobia de muchos ciudadanos hasta la organización de otros para su asistencia.

Siempre se dijo que en la Argentina no había negros. Domingo Faustino Sarmiento alguna vez se dirigió “feliz” a los integrantes de la Cámara de Diputados “por la ausencia de gauchos, pobres y negros”. El ex presidente Menem volvió a hacer lo mismo más de un siglo después: “En Argentina no hay negros. Ese problema lo tiene Brasil”, dijo en una universidad EE UU. Más allá de la negación del papel de la población negra en la historia oficial del país, ésta comienza a ser cuestionada por los afrodescencientes argentinos y a esto se le suma la llegada al país de una nueva corriente de inmigrantes africanos día tras día.

La trata esclavista en estas tierras
Cuando Europa se encontró con tierras americanas, la trata de esclavos adquirió su gran esplendor. Los primeros negros que fueron traídos al país eran esclavos africanos y llegaron en el siglo XVI. La mayoría venían de Congo y Angola. Entraban por los puertos de Montevideo y Buenos Aires donde luego eran vendidos en mercados de esclavos.
La mayor parte eran enviados al interior del país para realizar tareas agrícolas, otros seguían hasta el Potosí de la fiebre de plata y los demás eran depositados en Buenos Aires o Córdoba parar hacer trabajos domésticos. Muchas familias coloniales vivían de su trabajo. Como señala Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina: “Los esclavos edificaron la casa de sus amos, talaron los bosques, cortaron y molieron las cañas de azúcar, plantaron algodón, cultivaron cacao, cosecharon café y tabaco y rastrearon los cauces en busca del oro. ¿A cuántas Hiroshimas equivalieron sus exterminios sucesivos?”
Se estima que a América latina llegaron vivos 12 millones de 60 que fueron extraídos de África. La mayoría moría en el camino por inanición, hacinamiento y epidemias.
Consumada la Revolución industrial, la burguesía europea decidió abolir la esclavitud. Acá, luego de la Revolución de Mayo, se declaró la libertad de vientres para las madres esclavas. La patria naciente requirió hombres negros para sus expediciones militares. La constitución de 1853 puso final a la esclavitud en lo teoría pero no en la práctica. La abolición fue más aparente que real, ya que muchos siguieron realizando las mismas tareas.

La “desaparición” y su aporte cultural
En 1815 había cerca de un 30% de población negra en Buenos Aires. Hacia 1887 el porcentaje oficial de esta población se redujo al 1,8 por ciento. ¿A qué se debe esta gran reducción de la población negra? Entre las causas se encuentran la gran participación de los negros en los ejércitos que lucharon por la Independencia y en las guerras con Brasil y Paraguay, las bajas tazas de natalidad y las altas de mortalidad frente a las grandes epidemias y el blanqueamiento progresivo por el mestizaje con la gran cantidad de europeos que llegaron a fines del siglo XIX y principios del XX. Para Marisa Pineau, docente e investigadora de la Secretaría de Estudios de Asia y África de la UBA., es más una cuestión de perspectiva: “¿Quién es negro? ¿Quiénes se identifican como negros? ¿A quienes el Estado les dice que es negro? A fines del siglo XIX empezó a construirse un Estado con la impronta del Estado nacional que convenció que lo blanco era mejor y superior y que quienes no tuvieran ese origen trataran de pasar desapercibidos.”
A pesar de la omisión del los ancestros de raza negra de muchos argentinos y del olvido de su presencia en la historia en la construcción del país, hay una gran influencia africana en la cultura argentina. Se estima que hay unos 500 vocablos derivados de leguas africanas. Los santos católicos de color como San Baltasar y San Martín de Porres pueden explicarse ya que las órdenes religiosas tenían grandes cantidades de esclavos.
También es significativa la influencia en los ritmos de las músicas y las danzas. La zamba, la chacarera, el candombe y el tango son productos de la influencia de la música africana. Al trabajar muchos negros como achuradores dieron origen a una de las comidas más tradicionales: los chinchulines asados. “Los africanos y sus descendientes hicieron un gran aporte cultural. Eso enriquece, no hay que esconderlo debajo de la alfombra”, señala Pineau.

Los nuevos africanos, el racismo y las organizaciones
Día a día cada vez más africanos llegan a la Argentina. Esta presencia se empieza a notar y hacerse carne en el paisaje cotidiano porteño. Las cifras van en ascenso y en las calles porteñas la migración africana comienza a percibirse cada vez con mayor énfasis.
Si bien la mayoría de las cifras oficiales no concuerdan con la realidad, algunas de ellas dan cuenta del aumento de la llegada de africanos a la Argentina en estos últimos tiempos. En el último censo del 2001, la población africana empadronada era de 1883 personas. Entre 2006 y 2008 el número de peticiones de refugio subió de 355 a 859, un 142%, según la Comisión Nacional de Refugiados. Entre esos años, más de la mitad de las personas que buscaron asilarse en Argentina provinieron de África. En La Plata se estima que llegan 9 africanos por semana en los cascos de los barcos. No hay datos oficiales pero se estima que los senegaleses, que son mayoría, ya superaron los seis mil.
“La situación para entrar en Europa se les hace cada vez más complicada y por otro lado la legislación actual de la Argentina es muy amplia y acepta el derecho a la inmigración. Eso influye para que cada día lleguen más africanos al país”, explica Pineau.
Mohamed es senegalés, tiene 20 años y llegó al país hace 9 meses escondido en un barco. Estuvo a punto de partir hacia Europa, pero algunos familiares suyos que se encontraban en España e Italia comenzaron a ser perseguidos y acosados por los gobiernos de turno. Vive en una pensión en Floresta junto a otro compatriota y a su hermano menor que llegó hace un mes y medio. “Era difícil vivir allá. Tenía trabajo en el puerto pero ni siquiera me alcanzaba para comer”, comenta con melancolía. Como la mayoría de los africanos trabaja vendiendo bijouterie en la calle. El dinero que gana oscila entre los 60 y 80 pesos promedio por día y a veces canjea mercadería por comida.
María “Pocha” Lamadrid creó la Fundación África Vive en 1997 luego de que el ex-presidente Carlos Menem negara a la población negra argentina en una universidad estadounidense. “Envié una carta a Página 12 respondiéndole al presidente: ‘Acá estamos los negros que usted no conoce’”, recuerda. Es quinta generación de afrodescendientes que llegaron como esclavos desde el Congo. María dice que su organización no busca un color sino que se identifiquen como negros: “Mucha gente me dice ‘mi mamá era negra’. Ese es el problema”. Un censo estimativo de organizaciones de afrodescendientes aseguran que son dos millones los argentinos con ancestros de raza negra. En el censo de este año* se incluirá la pregunta “¿Usted se considera afrodescendiente?”
Lamadrid se pone contenta porque cada día llegan más africanos al país aunque la mayoría no los reconozca como procedentes de África. Los afrodescendientes y los africanos, en general, no se llevan bien. “No nos llevamos bien. No acepté la organización para todos los negros. Me interesa la comunidad nigeriana”, dice Obadiah Alegbe, presidente de la Asociación de Nigerianos en el río de la Plata.”. Su asociación se dedica a promover la cultura y a la ayuda mutual intentando unir a los 1000 nigerianos que afirma que hay en el país.
Una consecuencia indeseable que padecen tanto los afrodescendientes como los africanos es la discriminación, desde la sutil hasta la xenofobia pura. A Bada Sall, una reacción xenófoba casi le cuesta la vida. A los 24 años tuvo que huir de un pueblo del interior de Senegal porque un movimiento guerrillero lo asediaba para que se uniera a sus filas. Hace más de un año que vive en Buenos Aires y en julio del año pasado* un policía, luego de decirle “negro de mierda”, lo golpeó e intentó fusilarlo con su 9 mm. La bala sólo le rozó el pantalón. “Me fui de Senegal para no tener problemas. Y acá casi me mata un policía”, se queja el moreno.
Hay otras dos formas de discriminación hacia los negros mucho más sutiles pero no menos racistas. Una es la “africanizar” algunos focos de pobreza extrema que descubren algunos grandes medios en el interior. Y el otro está en la carga ideológica del lenguaje cotidiano. Concepciones construidas como “trabajo en negro” y toda relación de “lo malo” con “lo oscuro” en nuestras sociedades, dan cuenta de un tinte xenófobo casi naturalizado en lenguaje. “Suena a algo clandestino. No es xenofobia, pero es un término racista igual”, asegura Pineau. Obadiah Alegbe, por su parte relativiza estos dialectos asegurando que “son términos que se utilizan en todo Occidente”. Para muchos África es el continente olvidado. Para otros África es sinónimo de negro. Negro en el sentido común de Argentina parece mala palabra. La historia oficial argentina ha olvidado a los negros. La población se está modificando con los africanos que llegan y forman familias en el país. Eso está cambiando y empieza a reivindicarse la importancia de su aporte en la construcción del país. Así lo afirma Pineau: “Que somos un país de descendientes de europeos nos lo enseñan en la escuela. La historia negó a los negros durante mucho tiempo. Desde hace unos 15 años esto empezó a cambiar para pensar una sociedad argentina multicultural”.

* Si la comparan con la nota publicada, queda empíricamente comprobado que achuraron toda parte histórica.

martes, 11 de mayo de 2010

El color ignorado

SOCIEDAD: NEGROS EN ARGENTINA


El color ignorado



Siempre se dijo que en la Argentina no había negros. Domingo Faustino Sarmiento alguna vez se dirigió «feliz» a los integrantes de la Cámara de Diputados «por la ausencia de gauchos, pobres y negros». El ex presidente Menem hizo lo mismo más de un siglo después: «En Argentina no hay negros. Ese problema lo tiene Brasil», dijo en una universidad de los Estados Unidos. El papel de la población negra fue tradicionalmente negado por la historia oficial del país. Hoy, esta omisión comienza a ser cuestionada por los afrodescencientes argentinos, y a esto se le suma la llegada al país de una nueva corriente de inmigrantes africanos.
En 1815 había cerca de un 30% de población negra en Buenos Aires. Hacia 1887, la tasa se había reducido al 1,8%. Más allá de las causas –la gran participación de los negros en las guerras con Brasil y Paraguay, las altas tasas de mortalidad, entre otras– Marisa Pineau, docente e investigadora de la Secretaría de Estudios de Asia y África de la UBA, asegura que hay también un problema de perspectiva. «¿Quién es negro? ¿Quiénes se identifican como negros? ¿A quiénes el Estado les dice que son negros? A fines del siglo XIX empezó a construirse un Estado nacional con la impronta de que lo blanco era superior y la idea de que quienes no tenían ese origen debían tratar de pasar desapercibidos». Sin embargo, hay una gran influencia africana en la cultura argentina. Además de los numerosos vocablos derivados de lenguas africanas, la presencia de santos católicos de color, como San Baltasar y San Martín de Porres, se explica por la gran cantidad de esclavos que tenían las órdenes religiosas. También es significativa la influencia de los negros en la música, la danza y hasta la gastronomía. La costumbre de comer chinchulines asados, por ejemplo, proviene de la gran cantidad de negros que trabajaban como achuradores.Hoy la presencia de africanos vuelve a hacerse notar en el paisaje cotidiano. El censo de 2001 contabilizó 1.883 personas de ese origen. Entre 2006 y 2008, el número de peticiones de refugio subió de 355 a 859, un 142%, según la Comisión Nacional de Refugiados. Entre esos años, más de la mitad de las personas que buscaron asilarse en Argentina provinieron de África. Algunos llegaron escondidos en las bodegas de los barcos: en 2002, a La Plata arribaron once polizones congoleños y, desde entonces se fueron conociendo otros casos, igualmente conovedores, de chicos que provenían de Guinea, Camerún y Liberia, entre otros países.«La situación para entrar en Europa se les hace cada vez más complicada y, por otro lado, la legislación actual de la Argentina es muy amplia y acepta el derecho a la inmigración. Eso influye para que cada día lleguen más africanos al país», explica Pineau. Mohamed es senegalés, tiene 20 años y llegó a la Argentina hace más de un año, escondido en un barco. Estuvo a punto de partir hacia Europa, pero algunos familiares suyos que se encontraban en España e Italia sufrieron el peso de las leyes antiinmigratorias. Vive en una pensión en Floresta junto con otro compatriota y a su hermano menor que llegó hace unos meses. «Era difícil vivir allá. Tenía trabajo en el puerto pero ni siquiera me alcanzaba para comer», dice. Como la mayoría de los africanos, trabaja vendiendo bijouterie en la calle. El dinero que gana oscila entre 60 y 80 pesos por día y a veces canjea mercadería por comida.
Acá estamosMaría Pocha Lamadrid creó la Fundación África Vive en 1997, luego de que el entonces presidente Carlos Menem negara la existencia de la población negra argentina. «Envié una carta a Página/12 respondiéndole al Presidente: “Acá estamos los negros que usted no conoce”», recuerda. Es quinta generación de afrodescendientes y sus ancestros llegaron como esclavos desde el Congo. «Mucha gente me dice “mi mamá era negra”, pero ellos no se reconocen como negros. Ese es el problema». Un cálculo realizado por las organizaciones de afrodescendientes estima en dos millones la cantidad de argentinos con ancestros de raza negra. Lamadrid considera que es una buena noticia que en la actualidad estén llegando más africanos al país, aunque los afrodescendientes y los africanos, en general, no se lleven demasiado bien. «La nuestra es una organización sólo para la comunidad nigeriana», dice Obadiah Alegbe, presidente de la Asociación de Nigerianos en el río de la Plata. Su asociación se dedica a promover la cultura y la ayuda mutua intentando unir a los 1.000 nigerianos que, según aseguran, hay en el país.Indudablemente, hay algo que comparten los afrodescendientes y los africanos: la discriminación en todas sus formas, desde las más sutiles hasta el racismo más brutal. A Bada Sall, una reacción xenófoba casi le cuesta la vida. A los 24 años tuvo que huir de un pueblo del interior de Senegal porque un movimiento guerrillero lo asediaba para que se uniera a sus filas. Hace más de un año que vive en Buenos Aires y en julio del año pasado, un policía, luego de decirle «negro de mierda», lo golpeó y le disparó con su 9 mm. La bala sólo le rozó el pantalón. Me fui de Senegal para no tener problemas, y acá casi me mata un policía», se queja.La historia oficial ha olvidado a los negros y sus descendientes. Sin embargo, hoy empieza a reivindicarse la importancia de su aporte en la construcción del país. Así lo afirma Pineau: «Que somos un país de descendientes europeos nos lo enseñan en la escuela. La historia negó a los negros durante mucho tiempo. Pero, desde hace unos quince años, esto empezó a cambiar. Quizás estemos empezando a poder pensar una sociedad argentina multicultural».



* nota publicada en la revista Acción de la primera quincena del mes de abril

martes, 4 de mayo de 2010

sábado, 1 de mayo de 2010

"Se es trabajador en oposición al Kapital"

Hoy es nuestro día, el de los trabajadores. Es un día designado dentro del sistema capitalista de producción. No podría ser de otra forma. Somos una creación de él: los trabajadores asalariados. Fuimos los esclavos en la Antigua Grecia, los siervos de la gleba del feudalismo y ahora la fuerza de trabajo que les brinda una vida de opulencia a la burguesía y algunos cipayos mientras que a nosotros nos aguarda una vida de subsistencia.
Va a haber muchos que se van a querer adjudicar la carga simbólica de este día. He escuchado a pequeñoburgueses que han dicho que era “su día”. Asimismo con los gerentes, encargados, supervisores, políticos, la policía, los burócratas administrativos del Estado, los operarios encargados de tomar, cesantear y despedir personal y de negociar los salarios a favor de las grandes empresas nacionales y multinacionales. Pero sobre todo, esos cerdos burócratas sindicales, cualquiera sea su alineación política. Puede que los recién nombrados sean asalariados, pero eso no los hace proletarios. Carlitos lo dijo bien claro: “Se es trabajador en oposición al Kapital”. Por ende, todo aquel que garantice su reproducción, siendo asalariado o no, estará siempre en contra de la clase trabajadora. Es el enemigo de la clase.
El 1 de mayo de 1886 los trabajadores de las fábricas de Chicago se declararon en huelga. 5.000 empresas quedaron paralizadas. Hombres, mujeres y niños cumplían jornadas laborales de 14 y hasta 16 horas. Medio millón colmó las avenidas de la ciudad en reclamo del 3 x 8: ocho horas de trabajo, ocho de descanso y ocho de ocio. La policía demostró al servicio de quien está. Hubo 6 muertos y decenas de heridos. El 4 de mayo se congregaron nuevamente en una de las plazas más grandes de Chicago. Cuando la policía se acercó, una bomba estalló entre los uniformados, uno murió. Segunda masacre: 38 de muertos, cientos de heridos de bala, miles de huelguistas presos y varios líderes anarco-sindicalistas condenados a la horca. Chicago estuvo en estado de sitio por un largo tiempo. Al tiempo se supo que la bomba había sido implantada por el jefe de las fuerzas represivas del Estado.
EE. UU. es uno de los pocos países del mundo donde no se festeja el 1 de mayo el día del trabajador. Pero es una cuestión simbólica. El día del trabajador es todos los días, ya que a diario sufrimos la explotación de la clase dominante y la alienación del régimen imperante de producción. Hoy, como todos los días, es nuestro día, el de la clase productiva. Hagámoselo recordar a aquellos asalariados que están al servicio de la burguesía, reproduciendo nuestra condición de clase explotada: “Se es trabajador en oposición al Kapital”.