sábado, 31 de octubre de 2009

Asesinos del mundo...

Recaída

Hoy la barrera de la tolerancia fue destrozada por el llanto desconsolado.

viernes, 30 de octubre de 2009

Salvavidas

Apareció ante mi cuando menos lo esperaba. Lo divisé lejos, allá por el horizonte. Los brazos ya no me daban más de tanto nadar. Desde hacía varios meses, la tormenta y las olas venían pagándome tal como si fuese bola de flipper. Y ahí se lo vió. Ahora más claro. Llenito de aire, flotando y riéndose de la tempestad. No pude no ilusionarme. Ya imaginaba pisar tierra firme con sólo ver esa esperanza. No veía la hora de apoyar –por fin- los pies sobre el piso. Nada podía ser mejor. Eso creía. Aparte de lo que significaba, era hasta lindo. De colores claros y transparentes. Ya casi podía disfrutar de la salida de este ciclón. Pensaba en los días de sol, de pasto, de mejillas tostadas, de sentirme mojado por el sudor y no por el mar y la lluvia. A medida que más me acercaba, más maquinaba mi gorra. Era casi indescifrable saber si alimentaba la ilusión de salir de este naufragio o si ya me era insostenible soportar esta tempestad que había construido yo mismo con mis lágrimas. Ya casi me separaban unos ínfimos centímetros. Fue así que tuve un atisbo de co-inconsciencia. La relación salvavidas-naufrago no podía no tener sino un final misceláneo. Y se alejó. O me alejé de él. O lo alejé de mí. Antes había dejado atrás una balsa, una isla y delfines por razones parecidas. Me resultaba insoportable cualquier utilización para salir de esto. No lo toleraba. Y no podía mentirme. Y menos a quien me había ofrecido su condición en esta situación. Fue un acto de sinceridad. Sincericidio dirán algunos. El salvavidas, decepcionado, siguió flotando. Buscando dentro de ese mar lleno de naufragos que es la vida. Yo, al fin, me di cuenta que la única forma de atravesar esta tempestad de manera honesta, es enfrentándola con mis propios medios: nadando y dejando de retroalimentar este océano de lágrimas.

martes, 27 de octubre de 2009

El otro por Paula Ferro

“Hola, cómo estás”, digo poniendo un ladrillito entre mi ciudad y tu pueblo. Y mientras espero la respuesta obligada y respetuosa, cruzo un poco los dedos para que alguna palabra inadvertida te desate alguna anécdota. De esas que me invitan a escuchar enamorada, embebida en tu historia y en el amor pasajero de tu vida precaria y perfecta. Tu vida, o tu forma de decir quizás. O mi predisposición a escuchar también. Puede ser, qué se yo.
En esta charla sin nombres reafirmo mi acento distinto. Te acepto un mate. “Tomo como tomes vos”. No me lo hagas a gusto. Mi gusto se equivoca. Prefiero que me des de lo tuyo, que no amoldes tu tonada a mi ropa. No busques usar mi expresión ni parecerte. Prefiero tu confianza oriunda, siempre con la puerta abierta a lo diferente. Porque las vidrieras de la ciudad me hacen espejo en todas partes. ¿No entendés que en tu particularidad tan distinta encuentro arte? Ni mejor ni peor, aunque... Sí, seguro que mejor. Una belleza menos maquillada. Un banquito medio chueco y una casa perfectamente no decorada.
No me des de mis locales, ni de mis productos con conservantes, ni me hables de que conocés mis pagos... Todo lo que vos tenés sin darte cuenta, basta para que vivas cada día de tu vida enamorado. Y quizás yo vengo para hacer contraste. Como ese dolor de panza tan fuerte, que hace a uno valorar los momentos en que te sentís normal, y hasta anhelarlos... Pero después el dolor se va y el sueño realizado de normalidad te vuelve a hacer sentir como que te falta algo.
Me siento con vos. Quiero escucharte. No interesan mis anécdotas. Ni pienso una respuesta. Solo escucho. Y aunque no lo creas... es mucho. Por un momento me inunda una felicidad sencilla, que no está esperando ninguna hora ni está pensando en comprarse zapatillas. Y reflexiono: “¡Qué bueno esto! ¿No?”. Tendríamos que hacerlo más seguido.
Luego de unos días armo el bolso. Creo que el descanso fue suficiente. Vuelvo a mi ciudad, a mi asfalto. Y está bien también. Y eso no le quita el valor la ropa, ni los autos nuevos, ni el helado caro. Mientras que no me deje abordar por la música loca o las bocinas histéricas. Y entiendo que lo lindo no está en las cosas, en la belleza de moda o la tecnología... Que estén o no estén no cambia nada. Mientras que yo me acuerde y no me abrume por estas competencias desaforadas... No me lleva la corriente, prefiero pescar sentada a un costado. No te digo que no me llaman la atención las luces, pero no las miro mucho porque a más de uno han dejado hipnotizado.
Te saludo. Ya me tengo que ir. Me voy sonriendo. Somos distintos. Y no está mal ni bien. Va más allá de lo compatible. Lo tuyo se valora. Lo mío también. Y así debe ser. No te amoldes a mí. Prometo no volver con acento. No te voy a excusar mi barrio, ni pretendo inventarte un cuento. Y no cambiemos. Vos acá y yo allá. Pero de vez en cuando descansemos y con unos mates de por medio, charlemos.

lunes, 26 de octubre de 2009

A pesar de ser hermanos nos miramos con temor...




El nacimiento de un mundo se aplazó por un momento.
Un breve lapso del tiempo, del universo un segundo.
Sin embargo parecía que todo se iba a acabar
con la distancia mortal que separó nuestra vidas.

Realizaron la labor de desunir nuestras manos
y a pesar de ser hermanos nos miramos con temor.
Cuando pasaron los años se acumularon rencores,
se olvidaron los amores, parecíamos extraños.

Qué distancia tan sufrida, qué mundo tan separado
jamás hubiera encontrado sin aportar nuevas vidas.
Esclavo por una parte, servil criado por la otra,
es lo primero que nota el último en desatarse.

Explotando esta misión de verlo todo tan claro
un día se vio liberado por esta revolución.
Esto no fue un buen ejemplo para otros por liberar,
la nueva labor fue aislar bloqueando toda experiencia.

Lo que brilla con luz propia nadie lo puede apagar,
su brillo puede alcanzar la oscuridad de otras costas.
Qué pagará este pesar del tiempo que se perdió,
de las vidas que costó, de las que puede costar.

Lo pagará la unidad de los pueblos en cuestión,
y al que niegue esta razón la historia condenará.
La historia lleva su carro y a muchos nos montará,
por encima pasará de aquel que quiera negarlo.

Bolívar lanzó una estrella que junto a Martí brilló,
Fidel la dignificó para andar por estas tierras.
Bolívar lanzó una estrella que junto a Martí brilló,
Fidel la dignificó para andar por estas tierras.

domingo, 25 de octubre de 2009

Tempestad

Cuando se está en una tempestad marítima, cualquier cosa que se presente puede ser una esperanza. Sea lo más maravilloso o lo más inocuo. Una balsa, un salvavidas, un delfín, una botella con un mensaje dentro. Llegué a divisar una esperanza. Un salvavidas. Lo pinché con mi filoso anillo de la verdad antes de poder alcanzarlo. Ya no hay ni el atisbo de la más mínima esperanza. Ahora sólo me quedan dos fuerzas, la de mis brazos y la de mi voluntad, para poder atravesar y salir de ella.

Inseguridad y coerción estatal

Hubo un asesinato atroz. A sangre fría. Inconcebible. Fue en el Tigre y la víctima, un joven de 18. Enseguida los grandes grupos mediáticos se hicieron eco de la noticia poniendo énfasis en eso que llaman “inseguridad”. Inseguridad que sienten “los vecinos” o “la gente”. Las declaraciones de esas personas que llaman gente, siempre que ocurren estos asesinatos violentos e injustificables, son significativamente parecidos: “Que esto no puede seguir así. Que hay que aplicar pena de muerte. Que el ojo por ojo, diente por diente.” Y lo más sugerente, esa premisa sintomática de que “no les gusta trabajar y que por eso roban y matan.”
En la esquina donde convergen las avenidas J. B. Justo y Gaona, al costado de una plazoleta, dos adolescentes trataban de ganarse una moneda limpiando. Utilizaban la típica botellita de plástico con detergente y agua a cambio de una moneda para hacerle fuck-you al mercado que siempre les dio la espalda. Eran dos chicos. De carne y hueso. Respiraban, hablaban y tra-ba-ja-ban. No entregaban boletas ni ticket. Será por ello que aparecieron los empleados del Estado. Esos encargados de ejercer la coerción. En cuestión de segundos así lo hicieron. Bajaron de un coche. Eran, quizás, tan o más morochos que aquellos jóvenes. Manos proletarias arriba, medios de producción al suelo. Apertura de piernas, manos represivas a los bolsillos. No hizo falta la violencia física para que los blues aleccionen. Insultando y mascando bronca se fueron los jóvenes. Riéndose, blasfemando, jocosos, sobradores y contentos se fueron los funcionales.
Los asesinatos son injustificables, pero no poder ganarse el mango dignamente también lo es. ¿La inseguridad de “la gente” tendrá relación con esta coerción para con los “desocupados”?

jueves, 22 de octubre de 2009

Infiel

Creo que el 106 es el colectivo que más me tomé en mi vida. Al primer colegio, al segundo, a la plaza, a lo de la novia, a la cancha, a otros tantos lugares. Sin embargo tan fiel que es conmigo, lo engaño. Cada vez que tengo que optar, cuando coinciden en el tramo, me decido siempre por el 181. Pasa menos, lo espero más, los coches son viejos y tienen poca luz. Viaja, generalmente, poca gente y muy diferente a la del 106, quizás porque va y viene del conurbano y ni roza eso que es el centro neurálgico de la Gran Ciudad. Es un colectivo desfachatado. Los choferes no visten uniforme, algunos tienen pelos largos, otros remeras agujereadas y hasta alguno, una vez, se animó en la madrugada a encender un porro mientras manejaba. Otro, un pelado al volante con cara de pocos amigos, al volver borracho de algún lado y sin un metal para poner en su ranura, nos dejó pasar con sólo un petitorio: “Si sube el chancho, lo cagan bien a palos”. Su motor hace un hermoso y ensordecedor ruido, cuando frena sus campanas chiflan como cuando sale un equipo visitante en una cancha de ascenso, las puertas se abren con el mismo sistema que hace 10 años, los asientos siguen siendo de caños rellenos de goma espuma y recubiertos con cuerina que hay veces ausencia por su brilla. No cambió su color desde que de chiquito me lo tomaba para ir a lo de mi abuela. Tampoco cambió su recorrido. Desfachatado y rojo, subo, lo abarco y gozo de todas sus carencias materiales y de su cómoda incomodidad. En él disfruto de todo lo que no me ofrece y me siento el infiel más feliz y libre que hay.

martes, 20 de octubre de 2009

Que los cumplas feliz

Movela con Daniel. Dale Daniel! Dale Daniel! Dale, dale, dale, dale, dale Daniel!
Que los cumplas feliz. Que los cumplas feliz. Feliz...

lunes, 19 de octubre de 2009

Viaje al empirismo

Pensó que no hablaría más con ella. Mucho menos que la vería. Ya hacía como dos años o más que no sabía nada, aunque el calendario cristiano estaba empeñado en señalar que eran meses. Era el almanaque el que no sabía nada. Una tarde su teléfono sonó. Al primer llamado no respondió. Al segundo sí. Quedó callado al volver escuchar su voz. Sus respuestas eran monosílabas y de sus ojos caían lágrimas. La extrañaba. Mucho. Demasiado. Esa misma noche tocaba aquel dúo jujeño de folklore que tanto los hacía recordar aquel viaje. Ambos sabían que quizás se cruzarían allí. Que viajarían. De ahí el llamado. Quizás para que viajasen juntos. Y así fue. El joven de barba guevarista pensaba que vería a una mujer distinta, a la antítesis de esa a la que él había amado. Creía que había mutado a una versión de burguesa seudo-progresista. Quizás era su deseo para poder olvidarla y que así cayera de ese altar del que no podía derribarla. Ese altar eran todos sus pensamientos, el mismo tic-tac del reloj. Mientras la esperaba se rascaba su barba contra una pared de concreto y escuchaba el sonido del bombo y el palo de lluvia, al mismo tiempo que una Quilmes amenizaba su angustia oral. Hasta que –al fin- la suavidad y calidez se posó en forma de mano sobre su hombro. Atinó a reírse y muy lentamente viró para volver a posar su mirada sobre ese ser que tanto lo había hecho feliz. Fundiéronse en un abrazo como lo hacían en tiempos viejos aquellos. Lloráronse hasta untarse las aguas y secreciones en sus caras. Sintiéronse como siempre y como nunca habían dejado de hacerlo. La vio igual. O más linda aún. Sensible, descarada, dulce, emplumada, alada, eterna. Le acarició todas las partes de su cuerpo, la miró, la vio, la observó, la ojeó. La besó en todos los rincones de su rostro, a excepción de su boca. Ella deseaba que él le inundara el paladar con su lengua, pero no podía serle infiel al que la coteja en la actualidad. Pero qué importaba un beso cuando podía sentirse que, a pesar de los terceros, su amor estaba intacto. Ya la peña, la música, las doscientas personas que los rodeaban quedaron sólo para contextualizar. Nadie entendía por qué esos dos locos sentimentales lloraban, bailaban, cantaban, se acariciaban, besaban, reían, volvían a llorar y luego a reír otra vez. Es que el amor y la felicidad a veces no hacen el mismo viaje. Ella sale con otra persona con la cual está intentando ser feliz y él conoció a alguien que es un salvavidas en la tempestad oceánica en que se convirtió su vida sin ella. Se dijeron cosas que nunca imaginaron: Yo lo hice con él. Y yo con ella. En su casa fue la primera vez. La mía también. Yo me acordé de vos en aquel momento. A mí me pasó igual. También se compararon y, de alguna manera, salieron respectivamente vencedores respecto de sus nuevos compañeros. Sin embargo, a pesar de tener los sentimientos intactos y recíprocamente inalterables, para ellos la realidad es empíricamente contraria al sentir. Ambos están mejor separados. Muchos dijeron que el recital fue un viaje al Norte. Para ellos fue un viaje al pasado o, mejor dicho, a un presente lleno de sentimientos mutuos donde la felicidad y el amor recorren diferentes caminos y en el que la realidad es empíricamente contraria al sentir.

viernes, 16 de octubre de 2009

Charla con globito

- Mirá!, una moneda de 5c. ¿Sabés lo que vale esto? Casi un chicle... Bah!, casi un Bazooka de ahora, un Bubbaloo de antes.
- Nunca el Bubbaloo costó 5c.

- ¿Cómo que no? Sí señor, 5c o 2 x 10c (como más te guste). Es más, el Bazooka estaba 3 x 10c

- Entonces agarrala y hacete un globito de bronce. Gaaaaaanso.

jueves, 15 de octubre de 2009

Hipócrita

Recuerdo que eras una piba varonera, macanuda, simple, con pocas pretensiones, media melanco y bastante machona. Poco a poco nos fuimos conociendo y en algún momento llegamos a ser “amigos”, o algo así. Las circunstancias de la vida hicieron que nuestros rumbos se separasen y no nos viéramos por un tiempo largo, aunque por terceros siempre supimos algo el uno del otro. Te alejaste de todos tus amigos del secundario, de las carreras tradicionales (abogacía, medicina, contador) elegiste la de los números reguladores de la plusvalía kapitalista, ya no te vestís de joggings y tratas de cuidarte con vulgarismos masculinos (aunque no sale siempre bien).
Las últimas veces que nos habíamos cruzado me saludabas con un beso frío, diplomático, sin goce de afecto, tus palabras para conmigo eran con p (parcas, pocas, pacatas). Había tanto de resentimiento, envidia y recelo en tus actitudes. Hasta que pasó eso que siempre deseaste y con lo cual contribuiste para se cometa.
Me cuesta, pero entiendo que ahora te acerques con cara de póker, a saludarme, abrazarme, a charlarme como si fueses aquella adolescente varonera, simple, buena y machona que ya no sos.

lunes, 12 de octubre de 2009

Día de la raza, las pelotas!!!

Se lanzaron en unas embarcaciones. Las llamaban La niña, La pinta y Laputaquelaparió. Llegaron a unas tierras ricas. Primero creyeron que eran Las Indias. Luego descubrieron que eran tierras nuevas. No lo eran, siempre habían existido. La cultura y los hombres que la habitaban lo demostraban. La posición etnocéntrica de los europeos hizo que las considerasen nuevas y a sus pobladores salvajes. Fue la justificación para colonizarlos, saquearlos y exterminarlos. Esos blancos montados en monstruos de cuatro patas y con un dios representado en un libro, comenzaron un despojo que aún continua hasta el día de hoy. El saqueo en un principio fue material, luego se convirtió en enajenación absoluta. Se les privó de su dios, de su tierra y hasta de ellos mismos. Los que no fueron asesinados fueron y son ignorados. Poco a poco Europa llenó de su gente sus tierras. Se naturalizó eso de ser Perez, Goncalvez y Williams. Los originarios desaparecieron de la historia oficial. La nueva mayoría de habitantes descendientes de los colonizadores fueron desapegándose -en consonancia con la caída de las monarquías europeas- de la reverencia hacia las madres patrias y se declararon independientes. Así fundaron estados-naciones funcionales al nuevo orden de producción. La dependencia continuó sin reverencia entre europeos, y sus descendientes en América implantaron la nueva y sutil doctrina del orden y el progreso importada del viejo continente. Ya no se mató más con la espada y en nombre de dios sino con la ley y el mercado. Como si esto fuera poco, hubo que enaltecer ese pasaje del salvajismo a la civilización, eso que llaman progreso. Estos estados nación, totalmente artificiales, no sólo continuaron el despojo y la represión de los originarios sino que enaltecieron la conquista y el genocidio europeo declarando al 12 de octubre el día de la raza. Esta es una manera de seguir siéndole funcional a Europa y a la historia oficial contada por los vencedores. Esa historia que se cuenta en las escuelas, la que nos imponen desde chicos: Que los españoles llegaron para traernos el progreso, la civilización. Que llegaron en son de paz para poner orden. Orden que representa 517 años de colonialismo y que dejó 70 millones de originarios muertos (por ahora). La historia oficial está empezando a ser cuestionada, se empiezan a elevar banderas en la búsqueda de intentar devolverle a aquellos descendientes de los que resistieron el aniquilamiento un poco de lo que tanto se les ha quitado. Esa bandera es la de los pueblos originarios, una con un sentido de lucha y resistencia, muy distinta a la de un país o una patria súbdita de la raza europea. Como dijo un periodista nacido en Norteamérica: “Mi primer antepasado americano fue un indio de los tiempos tempranos. Los antepasados de ustedes lo han desollado vivo, y yo soy su huérfano.”
Día de la raza, las pelotas!!!

domingo, 11 de octubre de 2009

¿Te molesta mi amor?

Mi amor no es amor de mercado, porque un amor sangrado no es amor de lucrar.
Mi amor no es amor de uno solo sino alma de todo lo que urge sanar.
Este amor aguerrido es un sol encendido por quien merece amor.

viernes, 9 de octubre de 2009

Puede que lo sea

Eran, quizás sean, –eso que dicen- “el uno para el otro”. Cuando ella se acordaba de él, a él le pasaba lo mismo. Con sólo mirarse sabían lo que pensaba el otro. Con sólo tocarse llegaban a placeres místicos e infinitos. Juntos, el mundo parecía rendirse a sus pies. Esa congruencia, esa soltura, esa desfachatez ante lo estricto no prosperó con ellos estando juntos. Al igual que sus objetivos, el camino que caminaron se bifurcó: ella tomó para la derecha, él por la izquierda. Pasaron montañas, ríos, campos, lagos. También terceros, cuartos y quintos en sus vidas. Dicen que el amor –si es amor- no tiene futuro. También dicen que sólo se ama una vez. Cada noche cuando se van a dormir, ya sea solos o acompañados, mientras uno se acuerda del otro, al otro le pasa lo mismo… Puede que a eso se le pueda decir amor.

martes, 6 de octubre de 2009

La gotita

Cuando Gastón y Fernanda se conocieron se pegaron como con La Gotita. Estuvieron unidos por mucho tiempo. Caminaron, viajaron, vivieron, conocieron, jugaron, hasta sus necesidades hacían juntos. Fueron segundos, minutos, días, meses y años. Tal así que los dos eran uno. Casi indistinguibles. Un día comenzó a gotear ese agua caliente llamada rutina. Poco a poco las salidas, los besos, el sexo y eso que llamaban amor se convirtió en algo previsible y monótono. Un día ese despegante terminó por separarlos. De estar juntos todo el tiempo pasaron a ni siquiera llamarse. Quizás los extremos se toquen. Quizás la palabra amor no baste. Quizás La Gotita tampoco.