domingo, 21 de febrero de 2010

No muerde…

Al entrar a eso de las deciseiscuarentaycinco ya estaba medio chupao. Se sentó con un bolsito y pidió de mala manera una cerveza más. Otra más. Se quejó que no había Quilmes. Bebió una Estela y del bolso asomó un caniche. Era de peluche. Repetía una y otra vez: “!Qué de problemas que voy a tener cuando llegue!”. Era un fija que la mujer lo iba a regañar -por lo menos-. Luego de demandar un vaso con boca más pequeña y comer uno manice con lo do diente que conserbava, ordenó una milanesa con puré. En el interín de la espera conversaba con el perro, lo acariciaba, lo mimaba y hasta lo retababa. El perro permanecía entumecido. Pidió pimienta. Como a todo tomador, imaginé que le gustarían las cosas picantes, pero no tanto... Agarró el frasco de pimienta, lo dio vuelta, le sacó el tapón y bañó el plato. El perrito también comió sin moverse.

Arribó mi hermanito el más pequeño y, como cumplió años, el curda y el perro le cantaron el “feliz cumpleaños”. “¡Acaricialo! No muerde…”, aclaró el hombre mientras Joel se reía descaradamente con sus grandes cachetes sonrojados. Charlaron los tres un rato largo. Luego llegó una señora y sentose justo frente a él, a menos de un metro. Estaba bien vestida, cuarentona… En fin, una posible víctima del acoso de alguien que tomó unas copas. Pidió un café con leche con tres medialunas. Al instante llamó preguntando si ya estaba marchando. El hombre le había dicho algo seguro. Le pedimos un poco de comprensión y le ofrecimos cambiarse de lugar. Al borracho no lo íbamos a echar. La señora entendió. Enseguida el hombre pagó y enfiló para la puerta. “Le hablaba al peluche, me preguntó si estaba sola porque era lesbiana…”, contó un poco horrorizada y otro tanto sorprendida. No pude aguantar la risa que contagió a la señora mientras el hombre se marchó a paso vaivén hasta el cordón donde frenó un taxi. Antes de subirse se dio vuelta, me miró y repitió: “¡Qué de problemas que voy a tener cuando llegue a casa!” Lo miramos sin seguir entendiendo. “Tengo uno igual a éste y se va a poner de celoso cuando llegue... Éste me salió más caro que el de verdad. A-A-A…”.

miércoles, 17 de febrero de 2010

De a poquito, pero sin freno, el Planeta se enfila hacia el cataclismo

Copenhague: donde los poderosos le dan la espalda al destino de La Tierra

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático que se realizó en la ciudad de Copenhague en diciembre pasado pasó con pena y sin gloria. Esta cumbre si dejó algo en claro: si realmente se desea que la raza humana no desaparezca en un futuro, se van a tener que hacer cambios significativos en los modos de producción. De seguir de esta manera, alentando la voracidad del consumo y maximizando ganancias a cualquier costo, el Planeta corre riesgos de daños irreversibles.

Es innegable que las inundaciones, incendios forestales, sismos y demás fenómenos naturales han aumentado en los últimos años producto del recalentamiento del Planeta. Es por eso que para algunos optimistas, la Cumbre realizada durante diciembre pasado en Copenhague era una de las últimas oportunidades de cambiar las pautas de producción para salvar nuestra civilización en La Tierra. Y no es una exageración.

Los días previos a la cumbre eran de un gran optimismo para la prensa y las clases políticas mundiales. Supuestamente, Estados Unidos se comprometería a reducir significativamente sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Estaba todo listo para que sea un éxito, por lo menos en las palabras. El Nobel de la Paz que envió hace unos meses a 30 mil jóvenes a la carnicería que se convirtió la guerra contra los talibán en Pakistán y Afganistán, llegaría sobre el cierre, daría la noticia de un acuerdo con China y la India y la cumbre terminaría con un acuerdo para salvar al Planeta. Y como en una película de Holliwood, EE.UU. preservaría a la especie humana del desastre.

Nada de eso pasó. Si el Protocolo de Kyoto fue un fracaso, el documento firmado en Copenhague es una burla. Al cerrar la Cumbre, el texto impulsado por EE.UU. no establece ni fechas ni porcentajes para la reducción de las emisiones de gases y se limita a proclamar que “el calentamiento global es un problema grave del planeta”.

El antecedente de Kyoto

El protocolo de Kyoto, firmado en 1997, fijó que para el 2012 se reducirían en un 5 por ciento la cantidad de gases emitidos a nivel global en comparación con los tomados en el año 1990. Las disminuciones -aunque insignificantes para el frenar el calentamiento global- no fueron cumplidas por ninguno de los países desarrollados. Para que se plasme el Protocolo, este debía ser ratificado por los presidentes de los países responsables de al menos un 55 por ciento de la emisiones de dióxido de carbono. El tratado entró en vigencia cuando Rusia lo ratificó recién en 2004, luego de que la Unión Europea se comprometiera a abonar el dinero para la reconversión de su industria. Ni Bill Clinton ni George Bush hijo ratificaron el acuerdo. Es más, en el 2001 EE.UU. se retiró del Protocolo.

La hipocresía adentro

La Cumbre de Copenhague se desarrolló en un gran clima de hostilidad retórica donde ni China ni Estados Unidos (las dos naciones más contaminantes) quisieron ceder ni un milímetro respecto del otro. El grupo de los 130 países en desarrollo tuvo un rol poco relevante en las decisiones finales. Quizás hayan sido los representantes latinoamericanos del ALBA los que tuvieron la posición más firme respecto al objetivo de la Conferencia, ya que fueron los únicos que no estuvieron de acuerdo con el vergonzoso documento con el que culminó la Cumbre para encontrarle solución al Cambio Climático.

Al optimismo del principio se le coló un escándalo justo un día antes de empezar la cumbre. Un intercambio de correos entre investigadores que participarían de la conferencia mundial fueron publicados en sitios de Internet. En los mismos se intentaba manipular las cifras para relativizar las razones del cambio climático. Esta filtración pública revelo como muchos directivos políticos, ligados a hegemónicos grupos económicos con todos sus aparatos burocráticos detrás, intentaban mentirle al mundo sobre las consecuencias del cambio climático, para seguir ganando cifras millonarias sin el menor respeto por la naturaleza y la vida de los pueblos.

Unos días más tarde del escándalo inicial, el grupo que representaba a los 130 países en desarrollo –entre ellos la Argentina- amagó con retirarse de la conferencia. Alegaban que “los países más desarrollados no tenían intenciones de ceder una suma de dinero importante para reformar las industrias de los países en vías de desarrollo”. Ese mismo día, luego de negociaciones, presiones y promesas de los mas poderosos, regresaron a la cumbre y al final terminaron firmando el documento con el que cerró Copenhague.

Otro momento candente se dio casi sobre el final. Con la presión de tener el cierre de la cumbre sobre sus hombros, y sin ningún acuerdo importante y concreto para ceder algún gramo de GEI, (Gases de Efecto Invernadero), los diplomáticos chinos y estadounidenses tuvieron discusiones encarnizadas ya que no se ponían de acuerdo en dos temas: la cuota de reducción de GEI que le tenía que corresponder a cada uno y cómo se administrarían los fondos para los países más pobres. China aseguró que si su economía se duplica -como se estima- para el año 2020, sólo aumentará en un 50, y no en un 100 por ciento, la emisión de gases respecto a los niveles del 2005. Por su parte, EE.UU. se comprometió a reducir apenas un 17 por ciento para el año 2020 respecto de la cantidad de emisiones del 2005. Sería cerca de un 4 por ciento respecto del acuerdo de Kyoto. En el acuerdo final no figura escrito nada de eso.

Quizás la posición más tajante respecto de la farsa que resultó Copenhague la tomaron los países del ALBA (Cuba, Bolivia, Venezuela y Nicaragua) sumado a Sudán, quienes se opusieron al documento final firmado por la mayoría. Más allá de algunos cuestionamientos en materia política, social y económica que se le puedan hacer a Hugo Chávez y a Evo Morales, fueron los que se pronunciaron de manera más racional respecto al papelón que resultó la Cumbre Climática.

Evo, el primer presidente descendiente de originarios de América Latina explicó que “el cambio climático no es una causa sino una consecuencia del modo de producción capitalista” y aseguró que “los países ricos tienen una deuda climática con los países pobres y deben pagar para devolverle el espacio atmosférico arrebatado”. También calificó de ridícula la cifra de 10.000 millones de dólares anuales ofrecidos por EE.UU. hasta el año 2012 para reformar las industrias de los países subdesarrollados. Por su parte, el líder bolivariano se hizo eco de una de las arengas de los miles de jóvenes que protestaban afuera: “¡Si el clima fuera un banco ya lo hubieran salvado!”.

La represión en las calles

Si hubo un acuerdo entre varios países fue para reprimir. Las fuerzas de seguridad danesas fueron reforzadas por policías de Noruega, Alemania y Suecia. Antes del comienzo de la cumbre, el Parlamento danés sancionó una norma que otorgó a la policía amplios poderes para realizar detenciones preventivas y alargar las penas de prisión por desobediencia civil.

La represión a los miles de jóvenes que llegaron de toda Europa para protestar fue de gran magnitud. Muchos corresponsales de diarios argentinos y de otros países latinos así lo afirmaron en sus crónicas. El Estado de Dinamarca arrestó a razón de casi 500 personas por día. Hubo palos, golpes, gas pimienta y gases lacrimógenos. Los detenidos eran llevados a una especie de campo de concentración cerca del puerto donde se improvisó una cárcel construida con alambradas. La mayoría eran esposados con precintos y abrazaderas y los mantenían esposados durante horas con los brazos en la espalda y tirados sobre el frío suelo europeo.

El planeta en peligro

Más allá de lo que pueda analizarse de la coyuntura sobre la Cumbre, el problema de fondo es, como siempre, el dinero. Para atenuar los efectos del cambio climático, los científicos aseguraban que deben recortarse en un 30 ó 40 por ciento las emisiones de GEI para que la temperatura promedio de la Tierra no aumente en más de dos grados en el corto plazo. Y eso cuesta plata.

Los países desarrollados son responsables del 80 por ciento de las emisiones de gases y no quieren pagarle a los más pobres para saldar la deuda ambiental que tienen con ellos por las consecuencias que padecen producto de la contaminación de los ricos. Según algunos especialistas, una doceava parte de la plata que se utilizó para salvar a todas las entidades bancarias entre 2008 y 2009 bastaría para realizar tareas significativas que eviten el aumento del calentamiento global. El dinero requerido sería una cifra menor de todos los gastos militares que se hacen al año en el mundo.

En una pelea entre dos potencias por dominar el mercado económico, ninguno está dispuesto a ceder ni un peso. Los que más contaminan son los que más producen: EE.UU. y China. Para disminuir la emisión de gases se debe -entre otras cosas.- disminuir la producción y -por ende- el consumo. Eso se traduce en ceder ganancias y generar una política de racionalización del consumo. Y bajo el modo de producción capitalista (maximización de ganancias al menor costo posible) eso sería una contradicción. Ni siquiera quieren hacer concesiones, aunque sea la supervivencia de la raza humana la que esté en peligro.

Y no es una frase sin sustento empírico. De ser reales las proyecciones de aumentos de emisiones de GEI, y si se continúan deforestando bosques, para dentro de 40 años la temperatura de la Tierra aumentará entre dos y casi cinco grados. Los glaciares y los polos se derretirán elevando el nivel de los océanos, las islas desaparecerán, las ciudades costeras se inundarán, se extenderán las sequías y los huracanes, tornados y tifones se contaran por miles. Esto afectará a un cuarto de la población mundial, sobre todo a los habitantes del Hemisferio Sur.

Como bien señaló Ignacio Ramonet, director de la edición española de Le Monde Diplomatique, “existe una grave contradicción entre la lógica del capitalismo (crecimiento ininterrumpido, avidez de ganancias, explotación sin fronteras) y la nueva austeridad indispensable para evitar el cataclismo climático”. El título de la nota era “Ultimátum a la Tierra”. De seguir con este voraz consumo de los recursos naturales es una certeza que nuestros descendientes se verán en serios problemas de subsistencia.

Kyoto puso metas y terminó siendo un fracaso. Copenhague ni siquiera eso, fue una burla. ¿Qué se puede esperar de la Cumbre Climática que se realizará este año en México? Mientras tanto el Planeta, de a poquito pero sin freno, se enfila hacia el cataclismo.

* Nota publicada en el diario "El Adán de Buenos Ayres" en el mes de enero de 2010

domingo, 14 de febrero de 2010

O-G-T

Cuando ví ese O-G-T quedé con la boca abierta. De tal manera que una señora se acercó, me levantó la mandíbula y sugirió que hiciera algo con la carpita, que "eso sí que no iba a tocar...". Me acomodé y encaré hacia los glúteos. Les dejé mis cosas y me di el último chapuzón en aguas uruguayas. Salí mojado, agradecí por el cuidado y, antes de irme, pellizqué un cachete de esa maravilla y le di dos palmadas con la mano bien abierta. "Muy lindo culo, las felicito". Y me fui.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Trabajadores de Arrufat en pie de lucha


Los trabajadores de la fábrica de chocolates Arrufat intentan salir adelante produciendo en cooperativa

Los dueños no les pagaron los sueldos, luego se fueron y la policía quiso desalojarlos por la fuerza. También resistieron el despojo de una máquina y que no les quedase ni un cliente de los de antes. Aún así, los trabajadores aguantaron y hoy trabajan para sí mismos.

El mes de enero no es uno más para los trabajadores de la fábrica de chocolates Arrufat. El año pasado, en el día en que los reyes magos dejan regalos al lado de las zapatillas, la dueña de la empresa, Diana Arrufat, abandonó la planta para nunca más volver dejando a 54 familias sin comida. Muchos empleados ya se habían ido, otros le siguieron los pasos, pero unos 35 se quedaron defendiendo la única fuente de trabajo que tenían y tomaron la fábrica. Luego de resistir embates de desalojos, intentos de que les lleven los medios de producción y de que no les quede casi ni un cliente, los trabajadores formaron la Cooperativa de los Trabajadores de Arrufat Vivisa y quieren levantarse con lo que mejor saben hacer: trabajar.
“Desde principios de 2008 nos empezamos a dar cuenta de que algo andaba mal. No nos pagaron los sueldos y la fábrica no producía nada” asegura Carlos Visuara, uno de los obreros que preside la cooperativa. Los dueños pusieron un cartel en el interior de la planta para que se vayan. No habían echado a nadie pero muchos renunciaron o consiguieron otros trabajos y se fueron. Los demás resistieron en la fábrica para defender su fuente de ingreso: “Si nosotros nos íbamos, Arrufat hubiese desaparecido. Hubiesen desmantelado la fábrica”, asegura.
La fábrica se encuentra en custodia permanente. Hace más de un año que los obreros se turnan por grupos para quedarse en las madrugadas. En un principio la idea no fue formar una cooperativa: “Nosotros nos quedamos para hacer un elemento de presión, queríamos que los dueños nos paguen y pongan la empresa a producir”, afirma Visuara. Él pasó la última navidad en la fábrica brindando con la televisión con una sidra caliente. Año nuevo lo pasaron otros dos compañeros con sus familias.
La idea de formar una cooperativa se las acercó un vecino de la fábrica. Luego se les arrimó gente del Partido Obrero y sacaron una urna a la calle para juntar fondos para la comida. También se aproximaron de la cooperativa del Hotel Bauen que los ayudaron a tramitar los papeles para armar la cooperativa. Pero para que la autogestión de los trabajadores sea una realidad, tuvieron que pasar por varias situaciones difíciles.
La más significativa fue la resistencia que mostraron los trabajadores para no dejar llevar la única máquina refinadora de chocolate que funcionaba. Fue a fines de febrero de 2009. La habían rematado los dueños en octubre de 2008. La abogada que tenían, que es la misma del la cooperativa del Bauen, les aconsejó que la dejaran llevar porque los iban a golpear y a meter presos. La policía los acechó con una orden judicial desde las siete de la mañana a golpes contra el portón de Tres Arroyos 761.
Al lugar al rato llegaron más policías y entraron por el techo y por la puerta de Manuel A. Rodríguez rompiendo varias cosas. En todo ese lío se comunicó con ellos el abogado Luis Caro y los ayudó a frenar la expropiación de la refinadora mediante sus influencias: “Habló con el comisario, con la fiscal de justicia, se presentó como abogado nuestro y les aseguró que les íbamos a comprar la máquina a los que la habían comprado en el remate”, señala Visuara. A partir de aquel día, Caro es el abogado de la cooperativa Arrufat.
No tenían un peso y los querían sacar por la fuerza de la fábrica. Aquel día se acercaron jóvenes de varios partidos como el Partido Obrero, el Movimiento Socialista de los Trabajadores y de la Corriente Clasista y Combativa; también trabajadores de varias cooperativas. “En la calle la policía tiró gases lacrimógenos”, recuerda triste el trabajador. Estuvieron figurando también varios diputados y dos juezas más, entonces la policía paró la represión.
Ese mismo día firmaron un acta en el que se comprometieron a comprar la máquina. Luego de sellar el compromiso en la comisaría, les pusieron la condición de que un patrullero se instalara en la fábrica para vigilar la máquina. “No lo aceptamos y acordamos que todos los días un policía entrara a mirar la máquina”, recuerda Carlos. Fue así durante 30 días que luego se estiraron a 50, hasta que el gobierno nacional -mediante el INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social- puso la plata y compró la máquina. A partir del último abril, la máquina es de los trabajadores.
Arrufat es cooperativa desde marzo pasado. El último 6 de enero cumplieron un año sin luz eléctrica. Diana Arrufat y el otro dueño le adeudan una gran suma de dinero a la empresa Edesur. Hasta que la planta no quede en poder de la cooperativa, Edesur no levantará el corte de suministro de energía. La cooperativa produce poca cantidad ya que se alimenta de la insuficiente energía que brinda un generador que les acercaron, pero de a poco están empezando a recuperarse.
“La cooperativa no es fácil. Se empieza de a poco. No hicimos una cooperativa porque quisimos, no nos quedó otra. Somos muy nuevos. Hace 1 año que estamos. No podemos pretender demasiado. Espero que dentro de poco, cada compañero nos podamos llevar todos los días un jornal para casa”, comenta esperanzado Visuara.
Contra las inclemencias de todo tipo, los trabajadores de la cooperativa Arrufat están intentando levantar cabeza pese a los embates y el olvido de los dueños de la empresa y la limosna del gobierno nacional.

Compre los chocolates de los trabajadores
Los trabajadores siguen produciendo y ofreciendo sus productos. Puede conseguir bombones, turrones y garrapiñadas en el local de Tres Arroyos al 739. La mercadería es fresca, de muy buena calidad y a precios módicos. También están produciendo huevos para las pascuas. Acérquese y ayude a la cooperativa a salir adelante.


* Nota publicada en el diario "El Adán de Buenos Ayres" en el mes de enero de 2010

lunes, 8 de febrero de 2010

Próxima estación: Esperanza

Luego de más de un año volví a entrar a la estación de trenes de Constitución. A esa convivencia extraña entre personas tristes, furiosas y desangeladas con trabajadores y policías soberbios, furiosos y altaneros. En la estación hay un nuevo chiche para distraer a los trabajadores. Una gigantesca pantalla de televisión que reproduce al lunes noticias del viernes; esa que intenta disfrazar a la estación de primermundista mientras el servicio de transporte es de 4ta.
40° en la calle. 50° en el tren a locomotora que va a La Plata. Un agua fresca, 4 pé. Un guaraní descansa su pera contra el pecho luego de una tarde de maltas muchas. Un súbdito represor del Estado sube en Sarandí. Se abraza y se deja hasta pegar por un viejo compañero, pero revisa y hasta humilla a otro que, pasado de vasos, intentó saludarlo de manera amigable. ¿Por qué tanto tomador de cerveza? ¿Será porque el tren atraviesa el partido cervecero?
En un mismo asiento confluyen dos estudiantes que leen a Mario Benedetti. Uno, “La Tregua”; la otra, una antología de poemas. Un gurí catorceañero vendedor de bolígrafo-linterna me niega el ofrecimiento de un trago de agua con la misma frialdad con la que YO rechacé su mercadería. Llego a destino. (Qué fea palabra “destino”). El viaje de regreso será igual. Lleno de más seguridad privada y gendarmes. La caricia y el abrazo de una nena que vende estampitas en agradecimiento por el turrón que le compré, será solo una tregua del viaje entre proletarios tristes, cansados y sin sueños inmateriales. La protagonista de “La Tregua ferroviaria” se llamaba Esperanza. Lindo nombre, ¿no?

viernes, 5 de febrero de 2010

Una maravilla de Cacho

Cacho es Luis Carballo. Me enteré el otro día cuando comimos una pizza él, mi hermano Tilín, Tomi -de apenas 8 años- y yo. Fue en la vereda sobre unos cartones que sacó de su casa rodante estacionada en Franklin entre Gavilán y Boyacá, frente a la vieja fábrica de Bonafide. Nunca supe porque le decía Cacho. Él tampoco. Siempre me cayó bien. Cada vez que le preguntaba como andaba, respondía: "Una maravilla". Una noche de verano nos animamos a tratar de conocer un poco de esa maravilla.

Tiene 47. Nació en la que alguna vez fue la ciudad más poblada del mundo: Potosí. En el país más rico en recursos de Latinoamérica y uno de los que más pobreza padece: Bolivia. A los 15 años llegó a Mar del Plata para trabajar en la construcción. En una obra, un compañero le presentó a una amiga que lo siguió hasta octubre del año pasado: la botella de alcohol.

Cacho ríe siempre mostrando sus dientes grisáceos y cerrando los ojos como un oriental. Recuerda los hechos que marcaron su vidad por los cambios en los procesos políticos del país. "Llegué a la Argentina cuando estaban los militares. Todos los días me metían preso por borracho. Me echaban 'ahí' a la noche, me largaban a la mañana y me iba a trabajar. Cuando vino Alfonsín cambiaron la ley y ya no podían meter presa a la gente por tomar. Cuando venía algún policía a ver por qué estaba tirado en la calle, le decía: 'Estoy en pedo, lla!'", comenta concentrado y largando una carcajada al final.

Después de comer la pizza con faina y tomar una siete arriba, jugamos un chin-chón con un mazo de cartas constituido por varios mazos (distantas marcas, colores y tamaños). Tomasito nos ganó otra vez. El principiante de cuarto grado hizo chin-chón jugando de a 4. Algo casi imposible. Luis seguía contándonos de su vida. Luego del "la casa está en orden" se vino a Buenos Aires y conoció a una mujer. Se enamoró, tuvo una hija y "perdió la botella”. En la constructora lo habían ascendido a capataz. Todo parecía irle de maravilla cuando la vida lo golpeó. "En época de Menem mi señora cruzaba Rivadavia con mi hijita de 3 años y en Plaza Flores un colectivo las atropelló. Ahí se me vino todo abajo. Busqué la botella, la encontré y me perdí de todo”, comenta cabisbajo derramando una lágrima. A partir de allí anduvo durmiendo en plazas, baldíos y en cualquier recoveco que lo encontraba ebrio.

A partir de ese día casi no recuerda sus días. Tuvo un compañero con el que compartió cartones, nylons y restos de comida hasta que un día se lo llevo el SAME por un pedo feo que se había agarrado. Terminó internado en un geriátrico y nunca supo más nada de él. Luis el día de su cumpleaños juega unos pesos a la quiniela a la edad que deja. En la época de De La Rúa, la pegó y se compró la casa rodante en la que vive ahora.

Cacho no está solo. Cartucho, Negra y Juanita lo acompañan. Un perro y dos gatas. Cartucho lo sigue a donde vaya y comió una porción de muzza con nosotros. Negra se divirtió jugando con una aceituna y Juanita acechó a una rata atrapada entre la pared de la ex-fábrica y una alambrada que impedía que la agarrase. Es feliz. Se ríe mucho. Ganasé unos mangos lavándole los coches a los oficiales de la 50. Le pagan entre 5 y 10 pesos. Los vecinos le convidan con comida. Dejó el alcohol desde la última vez que lo llevaron al Álvarez y estuvo 10 días con suero y se escapó. La iglesia –dice- que lo ayudó a salir del alcohol. En retribución colobora con el cura juntando limosnas.

Día a día resiste los embates de ese dolor eterno de haber perdido a una familia, regalándole una sonrisa grisácea a quien pasa y lo saluda. Cacho despierta lo más fraterno que hay en uno. Después del aceite en las manos, las cartas engrasadas y las sillas de cartón, empiezo a entender un poco porqué anda de maravilla.

lunes, 1 de febrero de 2010

Lo nacional vende pero enjaula. Lo fraternal no tiene precio y vuela libre.