jueves, 26 de marzo de 2009

Encuentro con mi hermano en Amaicha del Valle, Tucumán. Diario de viaje.


Los diarios locales comunicaban y hacían informes editorializados sobre los accidentes que se sucedían en los últimos días en el camino del Infiernillo. "El Infiernillo" son esos 50 km. que van desde Tafí hasta Amaicha del Valle, esos que nos disponíamos a recorrer para encontrarnos con mi hermano justo un día antes del de su cumpleaños.Con esa sensación de miedo sumado a unos oportunos chistes trágicos a cuestas, nos subimos al micro. Y otra vez: curva, contracurva, curvonazo, subida, bajada; y a esto agregarle: ripio, pedregullo, ninguna señal, más altura y nubes que tapaban la visión. Bastante sencionalista el viaje (por no decir que me subieron los nuevos a la garganta un par de veces). A pesar de todas estas cosas que no estamos acostumbrados las personas de las grandes ciudades, enteritos llegamos a Amaicha.Justamente este viaje había sido pergeñado con Agos, mi novia, y Nico, un amigo y compañero de viaje, a espalda de mi hermano para caerle de sorpresa y darle un abrazo el 15 de enero, día en que nació. Justamente en Amaicha, uno de los lugares más maravillosos del noroeste argentino sería nuestro encuentro. Encuentro que corrió peligro de antelarse a lo ideado dos veces: una cuando al arribar a la plataforma nº 20 de la terminal de Tucumán llegando desde Buenos Aires Martín, mi hermano, y unos amigos, Barny y el Ruso, estaban la nº 60 yéndose a Tafí; y otra vez cuando nosotros llegamos a El Mollar y ellos partían hacia Amaicha.Al llegar al camping "Los Cardoncitos" nos fundimos en un abrazo con Martín que no sé cuanto duró pero me hizo muy feliz. Estaba chino y con un fernet en la mano derecha. Se disponía a ir al dique y a una cascada que, como dicen los nativos, "queda ahicito nomás…" Entre risa y risa, y con la alegría de estar nuevamente junto a mi hermano de viaje y con mucha gente querida, nos fuimos hasta las cascadas, nos dimos un chapuzón y nos volvimos al pueblo. ¡Qué lindo el pueblo y la gente de Amaicha! Ese pueblo no concentrado alrededor de la plaza San Martín con ese cartel que anuncia 360 días de sol y donde todos se saludan entre sí. Ese pueblo donde se organizaba la 60 edición de la Pachamama y el ritmo eléctrico de la ciudad se vuelve cansino y parsimonioso. Así es Amaicha, uno de los pocos lugares del mundo donde la tierra no la compra el dinero, sino que se reparte entre los nativos y los que deseen vivir allí y trabajen la tierra. Esa es una particularidad que hace mucho al lugar, y que tiene que ver con la resistencia de los indios Quilmes.Luego de una tarde llena de emociones, los propietarios del camping agasajaron al cumpleañero con un chivito recién matado que cocinaron en un horno de barro. Hasta que a las dos de la madrugada del 15 comimos ya nos habíamos tomado un fernet y medio. La otra media botella se perdió entre la cena, y a eso se le sumaron dos damajuanas de patero que trajeron unos cordobeses buena onda. Eramos entre 20 y 30 personas embriagados disfrutando de la tranquilidad y calidez de Amaicha.En la madrugada se sucedieron cantos populares hasta que un músico y una cantante agarraron la posta y nos deleitaron junto a un percusionista con un mini concierto de bossa nova. A todo esto el vino seguía girando y la vergüenza se escondía: la gente saltaba, gritaba, bailaba y golpeaba el piso de tierra de ataques de risa. Fue una verdadera fiesta de cumpleaños bien lejos de nuestra casa.Con un dolor grande cabeza y sin la certeza de saber cómo había llegado hasta adentro de la carpa, me desperté a las 9:30. 10:30 salíamos hacia la tierra sagrada de los Indios Quilmes, último bastión en ser derrotado por el imperio español cuando colonizó y arrasó con los originarios de estas tierras hace más de 500 años. Intenté despertar varias veces a Nico; ni respuesta. Después de gritar y golpear la carpa insoportablemente, atinó a decir: “Adri: vomité” Al correr el comedor de su carpa dos masas de bolo alimenticio color violeta patero yacían, una sobre la tierra y otra sobre un nylon.Llegamos enteritos a Amaicha del Valle, pero no nos fuimos tan enteros: antes de llegar a las ofensivamente llamadas “ruinas de Quilmes”, vimos las ruinas de Nico.