domingo, 5 de abril de 2009

La historia de la resitencia de los Indios Quilmes. Diario de viaje, Tucumán.


Con una resaca interesante partimos hacia "Los Quilmes". La camioneta nos tuvo que esperar más de media hora hasta que terminásemos de empacar las cosas. Hacía dos años había visitado ese lugar sagrado pero por cuenta propia. Esta vez nos habíamos propuesto pagar un dinero más y ser guiados por un descendiente de originarios. Este se llamaba Sebastián.
Lo primero que hizo fue agradecernos por querer saber "la otra historia. La historia de los derrotados, de los colonizados que hoy todavía padecen el despojo y la humillación.
Los Valles Calchaquíes siempre fueron habitados por los indios de etnia diaguita, los calchaquíes. Había y hay, dentro de los diaguitas, distintas tribus: amaichas, tafíes, quilmes, cafayates, angastacos, Ceclantá, Andalguala, entre otros.

La Historia
Quilmes fue el último pueblo en vencer por la corona española. El último bastión defensivo.

Los datos más antiguos de la existencia del hombre en estos valles datan desde hace 9.000 años. Eran poblados nómades que se dedicaban a la caza y a la pesca. Paulatinamente empezaron a asentarse, a producir alimentos, a domesticar animales, a fabricar herramientas y, por ende, a desarrollarse culturalmente. El período temprano (500 AC al 650 dC.) incluye las culturas Ciénaga, Tafí, Condorhuasi y Candelaria. En el período Medio (650 al 800) encontramos la cultura Aguada que alcanzó una de las mayores expresiones culturales del noroeste argentino. Por último esta el período de la Cultura Santa María en la cual hay un gran desarrollo social, cultural y donde se tejió una red comercial en el año 1200 donde se comunicaban entre pueblos del pacífico, la selva, la puna y los valles mediante carabineros de llama.
El Inca entró en 1480 incorporando esta región al Collasullo (el imperio de las cuatro regiones) que se extendió desde Ecuador hasta Mendoza. Fueron 50 años de lucha contra el Inca el cual terminó imponiendo muchas de sus costumbres, una de ellas el idioma quechua. Por eso hay muchos que piensan que cuando llegó el español lo veían como un salvador.
La cultura diaguita estaba en pleno desarrollo cuando, en 1534, comienzan a llegar los primeros españoles que habían doblegado a los incas del Perú. Los diaguitas cultivaban alimentos mediante el trabajo comunitario, construían represas, canales, y un sistema de terrazas que permitía aumentar el rendimiento del suelo, trabajaban muy bien la cerámica, el hueso, la piedra, el tejido y los metales.

La lucha contra el español
Es en 1536, cuando Diego de Almagro viene bajando desde el norte, donde comienza la organización fuerte para una resistencia con el conocimiento de lo que estaba sucediendo en las hoy Bolivia y Perú.
La resistencia de la tribu de “Los Quilmes” tuvo tres líderes que se destacaron por organizar las revueltas más importantes. Estos fueron el cacique Calchaquí que a finales del 1500 logró unir muchos pueblos de Tucumán, Salta y Catamarca, armando "La Confederación" para resistir a los españoles. Al morir aparece Chelemín, el segundo cacique que lleva adelante el segundo levantamiento entre 1630 y 1637 uniendo en sus filas 200.000 lanzas. Es el que comandó los levantamientos más duros. Lo descuartizaron y colgaron sus miembros en la entrada de cada pueblo como señal de escarmiento. Los españoles no podían someter completamente a los pueblos, ya que estos se reorganizaban una y otra vez para continuar al lucha. El último cacique de los levantamientos es Iquín, al que lo hayan reducido de guerreros y el que tuvo que enfrentar la dolorosa decisión de rendirse. Lograron aislarlo cortando el acceso a los campos de cultivos, a los bosques de caza y recolección. Mujeres y niños fueron los primeros en bajar, y mediante las torturas que les propiciaban a las mujeres, Iquin decidió descender y pactar la rendición.
Así empiezó el desterramiento: llevando a la gente que quedó como esclava hacia distintos puntos del país. En la historia oficial se habla sólo del traslado a Buenos Aires. Se llevaron gente a la zona minera de lo que hoy es Bolivia, hubo traslados al sur, a La Rioja, Catamarca, Córdoba y Santa Fe, y el más grande después de Bs. As. fue en la zona de la tribu de los acaleanos, lo que hoy se llama Fuerte Quemado en Catamarca.

El desterramiento
Los Quilmes abandonaron el valle a fines de 1665. Tras meses de sitio fueron llevados primero a Tucumán, luego a Córdoba y finalmente en Buenos Aires adonde llegaron en noviembre de 1666. Fueron ubicados en la “Reducción de la Exaltación de la Santa Cruz de los Quilmes”. 2000 originarios partieron a caminar esos 1500 kms, muchos se suicidaron y muchos murieron, llegaron aproximadamente 750. En el sur de Bs. As. fueron obligados a trabajos mitayos periódicos al servicio de Buenos Aires. El cambio de hábitat, seguido de los maltratos y varias epidemias llevó a un descenso significativo de la población a mediados del siglo XVIII. Los archivos españoles datan de un documento que comenta la decisión de los quilmes de no reproducirse.
En 1812 la Iglesia, que calificó de “indios ociosos y miserables” a los Quilmes que fundaron con su llegaba lo que hoy es el partido bonaerense, pidió que se declare su extinción y se reparta la tierra entre españoles y algunos criollos. El Triunvirato dictó un decreto declarando libre a toda clase de personas del pueblo Quilmes, extinguiendo la jurisdicción indígena, sólo respetándoles los terrenos que ocupaban. Hasta la fecha no se han encontrado en la actual Quilmes personas que se reconozcan descendientes de los que fueron llevados por la fuerza hasta allí en 1666.

La entrega de tierrras por parte de la corona española
La historia oficial que cuenta que los Quilmes desaparecieron es mentira.
Hubo un grupo que logró huir por los Andes hacia el Atlántico, y son los que deciden volver cincuenta años después del desterramiento. La corona española les devuelve una porción de tierra mediante un documento -junto con otro en Costa Rica- único en Latinoamércica: la cédula real de 1716.

No fue una obra de caridad, mucho menos “de bien”: el motivo principal fue la falta de mano de obra en un valle rico, fértil y también ante el temor a una nueva insurrección indígena en los Valles Calchaquíes. La entrega se hizo con dos condiciones: permitir que pasteen las mulas y ovejas del gobernador y del ejército, y convertirse a la religión católica. Lo hicieron pero nunca dejaron de venerar a escondidas todos los 1º de agosto a la Madre Tierra.
El estado no tiene decisión sobre esas tierras y sobre sus recursos naturales. Las mismas se mantienen bajo la tutela de un cacique y con un consejo de ancianos, elegidos por los nativos y la comunidad. Hay un representante en Amaicha que es un delegado comunal, una especie de intendente que administra los servicios públicos.
En el tiempo mucha parte de esa tierra ha sido usurpada y robada por terratenientes y la clase política. Lo que hoy es Tolombón, cerca de Cafayate, eran tierras comunitarias de los originarios, y hoy la mayoría es del ex gobernador salteño Romero; parte de Santa María (Catamarca) también eran tierras comunitarias y ahora son fiscales. La mayor extensión es la que quedó en Tucumán. En total se les entregaron 120.000 hectáreas y hoy les quedan 52.000 que son, por supuesto, su orgullo.

La reconstrucción del Pucará y la privatización del mismo
Los saqueos y la expropiación no se terminaron luego de la entrega de la cédula real y continuaron durante años por parte de la corona primero y luego del naciente estado argentino fundado sobre la base de un genocidio, la negación de la pre-existencia originaria y la expropiación de sus territorios.
Pero en los últimos años de historia más reciente sucedieron cosas propias de indignación.
En 1977 hubo un manoseo de las tumbas por parte del gobierno militar. Bussi declaró al Pucará de los Quilmes “patrimonio provincial" e inició la reconstrucción de un sector del sitio arqueológico, que es lo que hoy visitan los turistas. Es apenas un 15% de lo que era el Pucará, tadavía queda un 85% en estado natural. No hubo en esta reconstrucción un trabajo técnico ni una consulta arqueológica seria. Se contrataron a 50 personas del pueblo de Quilmes, que eran los que sabían armar las pircas (paredes), piedra sobre piedra. A pala y pico destruyeron información valiosísima y construyeron “una ruinas bonitas para la foto…”
Igual, según las palabras de Sebastián, lo peor vino en los 90. En 1992, durante la gobernación provincial de “Palito” Ortega y con la política de privatización que implementó el Estado Nacional, se le concedió a Héctor Eduardo Cruz la explotación turística del Pucará. Sin tener respeto por los muertos construyó un complejo turístico con hotel, pileta, shopping, artesanías, confitería sobre uno de los cementerios indígenas. 110 pesos mensuales era el pago por la conseción; ninguna cuota pagó el señor Cruz.
Esta conseción regía hasta el 2002. En noviembre de 2007, y luego de años de pedir que desaloje el patricio histórico, decidieron hacer un reclamo de fuerza cortando la ruta 40. Protesta que duró hasta enero cuando reocuparon el sitio arqueológico y reabriron la parte cultural. Hoy en día, la provincia lo promociona como que está mal hecho, que es un lugar usurpado y peligroso.

La ciudad sagrada de Los Quilmes
La entrada vale $5, igual que antes. Todo lo que aportan los visitantes va a la comunidad en salud, educación y transporte del agua.
La ciudad sagrada de los Quilmes estaba dividida en dos partes: “La ciudad de la paz”, que era la zona productiva donde vivían cuando no había invasiones; y “el Pucará” (fortaleza) donde sólo vivían en momento de guerra. El Pucará es lo que se conoce como “las Ruinas de los Quilmes”, ese 15% del mismo que se construyó bajo el último gobierno militar y que hoy se visita.
Al subir se puede comprender el por que de haber sostenido 130 años de resistencia armada frente a los españoles. Desde lo que serían los puestos de control militar se ve la entrada a Cafayate y la entrada a Santa María; así se puede entender como con piedras en punta de flecha, cuchillo, lanza, hondas, la boleadoras de piedra, madera y huesos y algo de metalurgia se defendieron por tanto tiempo contra la pólvora del español. Las invasiones no los tomaban por sorpresa, sino que sabían con muchos días de anticipación como para subir comida, agua, mujeres y niños.
Los calchaquíes no eran pueblos expansionistas como el Inca, y defendían este lugar que tenía grandes recursos. Esta gente le decía que “no” a lo que pasa hoy con otras empresas multinacionales que quieren llevárselo todo: le decían “no” al Inca y “no” al español.
Estar en lo más alto del Pucará hoy es subir para tener una vista panorámica linda, antes era una tragedia: significaba que se viene la guerra, la muerte.

La tierra es de todos
“Esta tierra es patrimonio de ustedes”, dice Sebastián mientras abre los brazos y concreta la idea "Tierra comunitaria: mientras uno la trabaje es de uno..."
El derecho comunero se lo adquiere a la mayoría de edad. Es un espacio de tierra en la comunidad que tiene que solicitarlo al consejo de ancianos y al cacique, y cuando se lo entregan tiene la obligación de trabajarlo si lo desea conservar. El derecho de comunero se adquiere también en matrimonio, por eso originarios o no, argentinos o de otros países tienen derecho a la tierra y se los incorpora rápidamente a la comunidad. Siempre que se respeten los valores ancestrales que se transmiten. Los hermanos mapuches de Chile o algunos collas y aymaras del Norte son muy cerrados, no todos los originarios son tan abiertos a la comunidad.

El actual pueblo de Quilmes en Tucumán
Luego de terminar la recorrida por la tierra sagrada de los Quilmes nos fuimos al pueblo de Quilmes. El pueblo actual de Quilmes no tiene un centro urbano como Amaicha, son casas en el medio del monte donde viven unas 60 familias, muy distantes unas de las otras a la vera de un pequeño río. La gente de la comunidad hace una economía de autosuficiencia: son pastores, agricultores, artesanos y, por supuesto, trabajadores. Fuimos a la casa de Simón, un artesano que trabaja todo a mano.
Simón tenía la cara muy deforme: ojos bizcos, nariz larga y chanfleada, boca torcida y la piel reseca. Su casa era toda de adobe y era muy grande. La mayoría de sus artesanías eran de cerámica negra y tenía cosas muy baratas. Contaba que muchos artesanos acopiaban su trabajo y lo comercializaban a precios altísimos en Tucumán y Tafí. En esta época lo que le daba de comer eran las artesanías, pero hay inviernos en que tiene que ir al campo a trabajar de sol a luna.
Le agradecimos a Simón por habernos abierto las puertas de su casa y nos fuimos a Cafayate con la pregunta de cual será la próxima lucha de los Quilmes. Por lo pronto nos ibamos pensando en ese poquito de agua que corre para darle de beber a esas 60 familias mientras el Estado hizo un pozo y bombeó agua para llenar esa pileta en el Pucará. Agua todavía tienen… por lo menos hasta que no paren esas minas a cielo abierto, que saca más de 100 millones de litros de agua por días para transportar el oro y el cobre hacia Tucumán y Santiago, que después es llevado a Rosario o a Buenos Aires, y de ahí a Canadá y a EE. UU., mientras aquí solo dejan la contaminación ambiental, a la fauna autóctona cayéndose los pelos generando una gran alteración del ecosistema, y el cáncer que se agarran los pobladores del agua que toman.
No se sabe cuál será su próxima lucha, lo que se sabe con seguridad es que resistirán y lucharán; su historia lo demuestra...
* (Los datos históricos fueron extraídos del libro "Los Quilmes contamos nuestra historia" y de algunas entrevistas a los pobladores de Amaicha.)