
Se conocieron y se enamoraron. No querían parecerse a sus padres. A ella el padre la abandonó a los cinco y cuando lo ubicó, veinte años después, el burgués oftalmólogo la vio hermosa pero quería cambiarla: vestirla de etiqueta y hacerle un flequillo “top” en una gran peluquería. Ella se ofendió y no quiso verlo más. La madre de ella fue muy poco cariñosa, lo único que deseaba era que su hija encontrara un príncipe que la tratase como a una reina. Él estaba lejos de ser del clero y la trataba como a una persona. Su padre no lo abandonó en presencia, pero consideraba que nunca cumplió tal rol. Tampoco quería parecérsele, él quería ser un intelectual y no tener un negocio como su padre, así que renunció a la empresa familiar. La madre de él siempre fue muy posesiva con su hijo “el primero”, la creía obsesiva, tergiversadora y la culpable de que su padre se haya ido con otra. El amor entre ellos no pudo triunfar. Ella ahora viste bien, tiene un flequillo de peluquería y está feliz de que la traten como a una dama. Él está por abrir un negocio y se considera el responsable de que ella se haya ido con otro.
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