
Desde los cuatro años compartieron cosas. Crecieron el uno al lado del otro. El jardín de infantes, el primario, el club de baby fútbol, vacaciones. Cada uno conocía hasta los primos lejanos de la familia del otro. Los noventa los separaron de barrio y no pudieron revelarse juntos a la adolescencia. Así como juntos y de manera similar recorrieron sus infancias, al separarse y perder la cotidianeidad de los encuentros, sus vidas podría decirse que transitaron caminos casi antagónicos. Uno siguió el camino del trabajo, drogas, alcohol, peleas, comisarías, hospitales; luego comenzó una recuperación que empezó en un terciario y que sigue en la UBA y que lo convirtieron en el ateo, militante y trotskista que es hoy. El otro siguió el camino del trabajo, del estudio y la vida casera, es católico igual que de chico; un moralista muy pensante. Uno anda buscando romper la dicotomía de cómo inmiscuirse en el mercado, le gustan los libros, el arte y la cultura. El otro es lo que hoy llaman un señor: buen trabajo, dos títulos con salida laboral, una hija hermosa y una ex mujer media piantada. Una tragedia, una muerte familiar, los volvió a unir. El uno y el otro, tan iguales de chicos, tan distintos ahora a los veintipico, intentarán seguir creciendo el uno al lado del otro, o el otro al lado del uno.
me gustan esos personajes, esos seres, esos otros...
ResponderEliminarun relato con ternura...
Marian