viernes, 11 de diciembre de 2009

Carta a más que un perro

Ayer te ví después de muuuuucho tiempo. De lejos, pero te vi. El incondicional 106 se desvió por Arengreen cuando iba para el Centro y ahí estabas: asomando tu cabeza entre la baranda y el concreto de la terraza. Ahí, con tus orejitas paradas, con la mirada inocente. No te das una idea de lo que te extraño. Llegar a la casa, tocar el timbre y escucharte ladrarme como si fuese tu peor enemigo. Abrir la puerta y que te dé celos viéndome abrazar y besar a tu domesticadora. Extraño que me mees los pies al acariciarte y al decirte "esh un boludiiiiiito". Jugar a lo bruto, como somos nosotros y cómo tan natural nos salía, y que tanto le enojaba a esas dos. Extraño el "au-uuu-uu". ¡Qué lindo! Tus peleas con la vieji que tanto me hacían reír. Acariciar tus pelos cortos y suaves, sobre todo el pecho y debajo de tu mandíbula. Podíamos estar horas en ese estado. Fue una mirada fugaz. Duró lo que el interno 36 tardó en cruzar Martín de Gainza. Pero no fue una mirada. Te vi. En esos pocos segundos reviví lo mejor de nuestras épocas. Es una cagada pero la domesticación te supedita a estar bajo la tutela de un ser humano. Y hasta que no haya una revolución anti-principista no nos vamos a poder volver a encontrar. La otra posibilidad es aún, hoy, más utópica. Me encantó verte. Aunque sea de lejos. Si vos sos Tango, yo soy Milonga. Te extraño mucho y te voy a adorar por siempre. En este momento siento una opresión gigante en el pecho y una congoja por no sentir el calor de tu orina sobre mis pies. Si shomos dos boludiiiiiiitos...

No hay comentarios:

Publicar un comentario