miércoles, 2 de diciembre de 2009

Oh niña rasta!

Qué locura! Hacía tanto que no sentía algo así. Algo me atrajo. Puede que haya sido el olor a mezcla de desodorante dulce y marihuana, la profundidad de esos ojos rojos café o el escucharte increpando a un policía para que vaya, como mínimo, a la escuela. O tal vez la mezcla de las tres cosas. Quedé mirándote tan pasmado que pensaste que quería de eso que fumabas. Te sorprendiste y hasta soltaste una carcajada cuando te respondí que me pega más la vida y la cotidianeidad. Movías tu cuerpo como una viborita larga y finita que se pasea por mi jardín. Las caderas se encastraban como rastis en mi pelvis y la pollera larga escondía a la perfección tus piernas no tan perfectas que tanto me gustaron aunque al tocarlas se notaba que no te sabés depilar bien. Esas rastas locas y castañas combinaban a tono con los pelos de mi pechio. Jamás hubiese imaginado que tu pasión rasta te llevara a hacerte los dreadlock's en la entrada a Jamaica. Oh niña rasta…! Tan joven, tan flaca, tan rasta. Quizás no te vea más. Tal vez te vuelva a ver en un recital. "La vida es una tómbola". Pero cada día que vuelva abrir la cajita y vea tu rasta castaña entrelazada con la mía, me acordaré de la locura que me hiciste sentir.

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