viernes, 18 de diciembre de 2009

Terraza

Nos reíamos mirando las estrellas, estrenando las 70 baldosas rugosas nuevas con nuestras espaldas. El olor ácido del meo y la mierda de los gatos terraceros ya había viajado en bolsa hacia el pavimento de la calle. Deseábamos estar en Iruya en ese mismo instante. Uno, dos, tres aviones pasaron en la misma dirección. “Debe haber una fiesta para aquel lado”, dijo Tilín. Nos quedamos en silencio por un rato y observábamos la nueva fisonomía de la terraza sin cuartitos de guardar porquerías. Está linda. Es amplia.

Tilín – Habría que tirar la pared del vecino y así quedaría una terraza gigante y comunitaria.
Jorge – Sí. Empecemos a menguar, por lo menos, la maldita propiedad privada.
Tilín – Seeee. ¡¡¡Hagamos el contramuro de Berlín!!!
En ese momento apareció el vecino Joaquín con una masa.

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