viernes, 11 de diciembre de 2009

Inhumano

El hecho del robo no me importa. Mucho menos la alteración de eso que llaman “orden” o “usurpación del dominio privado”. El quid de la cuestión es que me dejaron sin móvil revolucionario. ¿Acaso en una megápolis una bici no es eso? Mientras todos putean, tocan bocina y se stressan en sus hermosos habitáculos de cuatro ruedas, uno sobre dos pedalea, tararea una canción alegre esquivando puteadas y masas de hierros y chapas. Por lo menos hasta que junte unos pé, no tendré esa posibilidad. Mi playera violeta no está más. La dejé dos horas atadas y al volver de la radio la cadena cortada yacía sobre las baldosas flojas al lado de un sorete de perro. Con el verano golpeando las puertas, voy a tener que volver a elegir entre la fidelidad del 106 y la desfachatez del 181 para regresar de mi casa. No sólo eso, aparte debo soportar el facismo clasista de mi padre y de la mayoría de los “ciudadanos bien” a los que les cuento. Se fue más que una bici. Se fue la bici. Violeta con la pintura salteada, el estén de aluminio nuevo, las gomas anchas, las llantas desalineadas, pedales grandes, el asiento ancho para mi culo jamonero. La verdad que tengo bronca. Con lo que odio el dinero y con las horas que me cuesta ganarme algunos próceres. Espero que el que se la llevó no la haya cambiado por paco. Aún así, es un inhumano, un canalla, no tiene corazón. No me robo un objeto, sino algo casi metafísico. Es como si a un revolucionario le hubiesen llevado el amor, como si a un presidente le dijeran que no existe más su país. No me cortaron las piernas, sólo la cadena.

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