
En la esquina donde convergen las avenidas J. B. Justo y Gaona, al costado de una plazoleta, dos adolescentes trataban de ganarse una moneda limpiando. Utilizaban la típica botellita de plástico con detergente y agua a cambio de una moneda para hacerle fuck-you al mercado que siempre les dio la espalda. Eran dos chicos. De carne y hueso. Respiraban, hablaban y tra-ba-ja-ban. No entregaban boletas ni ticket. Será por ello que aparecieron los empleados del Estado. Esos encargados de ejercer la coerción. En cuestión de segundos así lo hicieron. Bajaron de un coche. Eran, quizás, tan o más morochos que aquellos jóvenes. Manos proletarias arriba, medios de producción al suelo. Apertura de piernas, manos represivas a los bolsillos. No hizo falta la violencia física para que los blues aleccionen. Insultando y mascando bronca se fueron los jóvenes. Riéndose, blasfemando, jocosos, sobradores y contentos se fueron los funcionales.
Los asesinatos son injustificables, pero no poder ganarse el mango dignamente también lo es. ¿La inseguridad de “la gente” tendrá relación con esta coerción para con los “desocupados”?
Buen disparador.
ResponderEliminarOjalá podamos educar mejor a nuestros chicos. La mejor receta contra la inseguridad.
Saludos,