“Hola, cómo estás”, digo poniendo un ladrillito entre mi ciudad y tu pueblo. Y mientras espero la respuesta obligada y respetuosa, cruzo un poco los dedos para que alguna palabra inadvertida te desate alguna anécdota. De esas que me invitan a escuchar enamorada, embebida en tu historia y en el amor pasajero de tu vida precaria y perfecta. Tu vida, o tu forma de decir quizás. O mi predisposición a escuchar también. Puede ser, qué se yo.
En esta charla sin nombres reafirmo mi acento distinto. Te acepto un mate. “Tomo como tomes vos”. No me lo hagas a gusto. Mi gusto se equivoca. Prefiero que me des de lo tuyo, que no amoldes tu tonada a mi ropa. No busques usar mi expresión ni parecerte. Prefiero tu confianza oriunda, siempre con la puerta abierta a lo diferente. Porque las vidrieras de la ciudad me hacen espejo en todas partes. ¿No entendés que en tu particularidad tan distinta encuentro arte? Ni mejor ni peor, aunque... Sí, seguro que mejor. Una belleza menos maquillada. Un banquito medio chueco y una casa perfectamente no decorada.
No me des de mis locales, ni de mis productos con conservantes, ni me hables de que conocés mis pagos... Todo lo que vos tenés sin darte cuenta, basta para que vivas cada día de tu vida enamorado. Y quizás yo vengo para hacer contraste. Como ese dolor de panza tan fuerte, que hace a uno valorar los momentos en que te sentís normal, y hasta anhelarlos... Pero después el dolor se va y el sueño realizado de normalidad te vuelve a hacer sentir como que te falta algo.
Me siento con vos. Quiero escucharte. No interesan mis anécdotas. Ni pienso una respuesta. Solo escucho. Y aunque no lo creas... es mucho. Por un momento me inunda una felicidad sencilla, que no está esperando ninguna hora ni está pensando en comprarse zapatillas. Y reflexiono: “¡Qué bueno esto! ¿No?”. Tendríamos que hacerlo más seguido.
Luego de unos días armo el bolso. Creo que el descanso fue suficiente. Vuelvo a mi ciudad, a mi asfalto. Y está bien también. Y eso no le quita el valor la ropa, ni los autos nuevos, ni el helado caro. Mientras que no me deje abordar por la música loca o las bocinas histéricas. Y entiendo que lo lindo no está en las cosas, en la belleza de moda o la tecnología... Que estén o no estén no cambia nada. Mientras que yo me acuerde y no me abrume por estas competencias desaforadas... No me lleva la corriente, prefiero pescar sentada a un costado. No te digo que no me llaman la atención las luces, pero no las miro mucho porque a más de uno han dejado hipnotizado.
Te saludo. Ya me tengo que ir. Me voy sonriendo. Somos distintos. Y no está mal ni bien. Va más allá de lo compatible. Lo tuyo se valora. Lo mío también. Y así debe ser. No te amoldes a mí. Prometo no volver con acento. No te voy a excusar mi barrio, ni pretendo inventarte un cuento. Y no cambiemos. Vos acá y yo allá. Pero de vez en cuando descansemos y con unos mates de por medio, charlemos.
martes, 27 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario