
Cuando se está en una tempestad marítima, cualquier cosa que se presente puede ser una esperanza. Sea lo más maravilloso o lo más inocuo. Una balsa, un salvavidas, un delfín, una botella con un mensaje dentro. Llegué a divisar una esperanza. Un salvavidas. Lo pinché con mi filoso anillo de la verdad antes de poder alcanzarlo. Ya no hay ni el atisbo de la más mínima esperanza. Ahora sólo me quedan dos fuerzas, la de mis brazos y la de mi voluntad, para poder atravesar y salir de ella.
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