domingo, 15 de noviembre de 2009

Un asado jipi

Se empieza a cocinar a las 23:30. Se lo hace con troncos de algún árbol de madera propicia arrancada de la calle. Es un patio colmado de bicicletas: desde una aurorita hasta un montan baik de 18 cambios. Tiene a un asador con rastras y la cara negra del carbón. Se hace con ayudante de cocción que calce un sombrero onda Miguelito Jackson. Lleva un popurrí de carnes: choris de carne y de cerdo, morcilla común y vasca, mollejas, chinchus, bondiola, asado, vacío, tapa, pechito, etc. Es de todo un poco, un bocado de cada cosa para cada cual. Conlleva una alternativa para vegetarianos, entonces se prepara especialmente unos patis de puré de arvejas mezclados con mijo y cereales. Se come a la 1, 1:30. Disfruta de una serie de invitados, pero al que se suma sin aviso se lo acepta sin resquemor. Sale barato. Se compra en un frigorífico de Mataderos. Cuesta diez pé por cabeza. Es la mesa servida en planta baja y todos comiendo con los garrfios alrededor de la parrilla en la terraza y llenos de humo. Tiene vasos que son frascos de mermelada y las jaras como dos termos de aluminio para mate. Se acompaña con vino de damajuana, con fernet Branca o Capri, da igual. Se corteja con una ensalada no es tal sino una serie de recipientes apostados en una mesa: uno lleno de tomates de la huerta del hogar cortados en rodajas y en cubos, otro de habas también de planta propia y uno gigante de garganzos. Posee sus vedettes del acompañamiento: las papas, batatas y cebollas cocinadas sobre el carbón, negras de orgullo, las cuales se degustan sin pelarse, de mano en mano, de boca en boca. Es los dedos grasosos que se pasean tanto por las carnes, los panes y los vegetales como por las cabezas, las ropas y la piel de los compas los cuales se abrazan y se dan cariños; una clara muestra de hermandad. Es se agradecer entre risas al asador, a las plantas de tomate y habas y hasta a “los animalitos que se prestaron a ser víctimas para tal acto de unión”. Los halla, entre juegos de cartas, flores y vinos, de sobremesa en una gran charla sobre recuerdos de viajes, reuniones de militancias, comentarios del IUNA y la organización de un casamiento en un camping donde todos asistirán con carpas. Conlleva sus efectos: a algunos los vence el sueño, el alcohol, el faso (o la mezcla de todo eso) y se reposan a dormir sobre el sillón comedor sin recibir la más mínima molestia o burla de los demás. También tiene postre: un tacho traslúcido relleno con tricolor de crema, biscochuelo y chocolate, el cual se degusta con una sola cuchara y así se sigue compartiendo la saliva de los 15 ó 20 asistentes. Asume su final, osea el momento en que algunos se van y se despiden entre abrazos y besos con restos de comida, trastabilladas producto del alcohol, ojos achinados y el olor en la ropa de un asado único y peculiar.

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