
Me vistes despedir a una amiga y no dudaste ni un segundo. Te pegastes a mí como la primavera al 20 de septiembre. Caminaste, me seguiste a la par intuyendo o tratando de saber hacia donde iba mi humanidad. Mirá si serás, eh! Movías el culo como una gran profesional de la esquina. Dando lástima con esa mirada de pobresita… La piel negra y opaca de mugres de veredas y calles. Eras toda una tentación. Daban unas ganas de pasarte para adentro de casa… Pero mi madre jamás aceptaría ni siquiera un encuentro fugaz contigo, prefiere a las gatas.
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