
De lo mucho que sucede hoy en Gaza poco se puede saber con claridad, salvo por las breves comunicaciones que algunos periodistas pueden tener con algún palestino que vive en esa escasa tirita de ocho kilómetros por cuarenta y cinco, donde viven más de un millón y medio de personas.
Los medios de Argentina han tratado la agresión israelí de una forma bastante liviana y analizándolo sólo como un hecho coyuntural. Olvidan -con o sin intención- otras cuestiones que van más allá de romper con una dicotomía entre palestinos e israelíes, o musulmanes y judíos. Para intentar comprender un poco este conflicto es necesario hacer un análisis histórico sobre los cimientos de la creación del Estado de Israel, y ningún medio da cuenta de eso.
Las coberturas de los diarios argentinos fueron bastante pacatas, a excepción de algunas cosas publicadas por el matutino Página 12. Ninguno de los diarios dijo que el estado de Israel amplió las fronteras propuestas por el plan de partición de la ONU en 1947 luego de las guerras de 1948 y 1967, y que desde aquellos años ocupa territorios ilegalmente bajo la democracia burguesa reinante. Todos los diarios llaman al ataque aéreo, naval y terrestre GUERRA. ¿Acaso lo es? Hamás y la población de Gaza apenas cuentan con vetustos fusiles y misiles de fabricación casera de poco alcance y escasa precisión, mientras que Israel posee la última tecnología en misiles, tanques. ¿A una lucha tan desigual puede llamársela GUERRA?
Al segundo día del ataque aéreo israelí, en el diario Clarín las notas que acompañaron la crónica fueron una entrevista a un experto en “contraterrorismo” que se titulaba “Hamás tiene una red de apoyo desarrollada en Latinoamérica”, y una columna de opinión de un ex canciller israelí. Nunca se le olvida a su corresponsal en Tel Aviv poner en la cabeza y en la bajada de las notas que los ataques empezaron para terminar con los lanzamientos de misiles sobre las localidades del sur del estado hebreo. Jamás se le ha ocurrido escribir a este señor el porqué de esos ataques.
En el año de 1947 la ONU decidió partir a Palestina (que antes ya había sido invadida por el Imperio otomano y luego de la 1ªGM quedó bajo mandato británico). No se la dividió en 2 para crear dos estados, sino en 3: Gaza, Israel y Cisjordania. O sea que la misma partición contemplaba un solo estado con continuidad territorial (Israel), y dos territorios bajo una misma bandera pero bien separados uno del otro. Hay que decir dos cosas sobre esto: que no fue una separación pacífica sino desde fines de siglo XIX la inmigración judía hacia Palestina fue pensada como una colonización armada en las cuales grupos sionistas exterminaron a pueblos enteros; y por otro lado que han pasado casi 62 años de aquella partición de la ONU y sigue sin haber un Estado palestino.
Un estado que se creó y se pobló de inmigrantes, y en consecuencia trajo el despojo y la sangre de miles de nativos descendientes de filisteos, no puede más que mantener su posición sino es con la misma lógica de su nacimiento: la colonización y la guerra. Basta con leer algún libro de Noam Chomsky o simplemente las crónicas de Rodolfo Walsh para dar cuenta de ello.
Luego de la guerra de los 6 días de 1967 miles de asentamientos fueron instalados en Gaza. Esas colonias fueron desmontadas por Ariel Sharon en 2005 en forma unilateral. Este no fue un gesto de buena voluntad del premier hebreo de turno, sino un plan bien estratégico para sitiar a la población palestina y dejarla librada a la plena sumisión israelí: desde aquel año se han levantado dantescos muros alrededor de toda la Franja transformándola –como han dicho varios analistas- en “una cárcel a cielo abierto”. Y no solo eso: Israel controla los pasos fronterizos, les suministra la electricidad, el gas, el agua y hasta la ayuda humanitaria que corta cuando quiere. No conforme con todos estos métodos de control y abuso, el ejército, la marina y la aviación israelí atacan cuando se les antoja sin ningún temor a represalias internacionales, ya que Israel por más de estar en Oriente, es el enclave militar de Occidente en la región.
Por otra parte, aún no teniendo un estado propio, una vez hubo elecciones en territorios palestinos. Fue en enero de 2006 y los veedores internacionales las calificaron “transparentes”. Ganó Hamás (que a pesar de toda coerción, “no reconoce al estado de Israel”) por amplia mayoría. La reacción hebrea, obviamente apoyada por EE. UU., fue la de no reconocer al ganador de las elecciones que ellos mismos habían alentado e imponer un bloqueo total a la Franja, el cual todavía hoy se mantiene. Los dirigentes occidentales pensaban que su aliado palestino Al-Fatah, el tradicional partido de Yasser Arafat, las ganaría fácilmente. No fue así, ya que ese partido se fue desprestigiando ante el pueblo palestino por innumerables hechos de corrupción.
Israel y las potencias occidentales sólo negocian cuando pueden imponer sus condiciones, y sino las pueden imponer por vía diplomática lo hacen –una vez más- por el medio de las armas. Cuando nació la Organización para la Liberación de Palestina no la quisieron reconocer como representante del pueblo palestino, la combatieron. No pudieron eliminarla, y de ahí se desprendió Al Fatah, con el cual negociaron. Al no haber verdaderos réditos para el pueblo palestino, surgió una organización islámica (Hamás) con la cual no quieren negociar porque no acepta las imposiciones israelíes y, más aún, las combate con su escaso poder de fuego. No quisieron negociar con la OLP y surgió Hamás. Ahora no quieren negociar con Hamás, ¿surgirá algo aún más radical en contra de Israel? No lo sabemos, pero prefieren negociar con Mahmud Abbas, que no ha condenado vehemente los ataques contra su pueblo sólo porque mantiene irreconciliables diferencias con Hamás e Israel puede llenar sus bolsillos.
Más allá de todo esto, ¿se puede justificar el lanzamiento de misiles a la población civil del sur de Israel? Han muerto veinte israelíes en los últimos 10 años y es una cifra horrible, pero hay que tener en cuenta que se aproximadamente cada 2000 misiles lanzados muere una persona, y que, la aviación israelí el día de la ofensiva lanzó 40 misiles y en sólo cuatro minutos eliminó a más de 200 personas. Cualquier muerte es horrible, morir por el impacto de un misil lo sería mucho más, pero la muerte por hambre o por no tener medicamentos básicos es imperdonable. La tolerancia tiene un límite, y tampoco en Gaza merecen tener una muerte silenciosa el 60 por ciento pobre de esa población, donde la desocupación ronda el 80 y donde chicos y ancianos mueren de hambre por no recibir un medicamento básico. En Gaza se mueren aunque no se lancen ataques. Es por eso la respuesta con lanzamientos de misiles: durante seis meses Hamás respetó la tregua y el bloqueo a Gaza siguió de igual manera. Los métodos pueden ser condenables, pero como decía Rodolfo Walsh “nos quieren cambiar el cómo por el porqué”. No se inmolan o tiran misiles porque un día se les ocurrió, tienen motivos para hacerlo, lo que no tienen son los medios para llevarlo a cabo de manera regular como lo hace el ejército hebreo.
Es obvio cualquier conflicto que se dispara en la opinión pública genera un toma de posturas y despierta mucha bronca e impotencia de varios bandos. Ha habido muchas reacciones antisemitas, de una lógica fácil y estúpida. En estos días he escuchado cosas como “los judíos son unos asesinos” y hasta “si Hitler los hubiera matado a todos, hoy estos no matarían a nadie”.
Ser judío nada tiene que ver con un Estado genocida como Israel. No podemos meter a todos los judíos en la misma bolsa. Es sabido que la mayoría de los israelíes y judíos del mundo apoyan esta masacre, pero NO TODOS. Ser israelí no significa que todos los habitantes de su país estén de acuerdo con esta limpieza étnica que se está librando en
Gaza, incluso hay una minoría que pone “el grito en el cielo” y que es reprimida por sus gobernantes e ignorada por los medios locales. Es por eso que hay que romper con esas reacciones sintomáticas que homologan a las personas ya sea por raza, religión o Nación.
Hay una minoría judía que quiere realmente la paz. Esa minoría sabe que esta matanza va a generar en los palestinos más rencor, odio y violencia. Son esos pocos judíos que denuncian día a día la lucha por la supervivencia que tienen que librar los habitantes de Gaza, ahora agudizada por los ataques, son esos que critican la construcción de asentamientos en Cisjordania, los que saben que un país que fabrica armas como Israel nunca va a querer paz porque la guerra es un negocio, los que no olvidaron que la anteúltima matanza masiva de palestinos en Gaza fue en marzo de 2007, los que saben que son pibes los ejecutores de una masacre preparada desde un escritorio por sus gobernantes, los que saben que militarmente este conflicto se terminará únicamente con el exterminio de alguna de las partes, los que saben que la partición de la ONU en 1947 les dio las tierras productivas a Israel y no a los palestinos, los que, como Ilan Pappe, proponen un estado único y laico respetando las culturas árabes y judías, los que, como León Rozitchner, saben que al pueblo judío fue Europa el que los persiguió por siglos, el que con todo el poder del nazismo -ante la amenaza de expansión del comunismo ruso con fuerte presencia judía- los exterminó en la 2ªGM, y que, luego, con la creación del estado de Israel, olvidaron de acusar a los perpetradores del holocausto y les permutaron un enemigo verdadero por uno falso: los europeos (no sólo los nazis alemanes) por los palestinos. Son esos judíos sobrevivientes de una limpieza étnica los que denuncian hoy otra limpieza étnica perpetrada en su nombre. No son todos iguales.
Por otro lado, los defensores de las masacres del Estado de Israel, ante la mínima crítica a sus decisiones militares, políticas, y más aún, cuando se pone en duda las bases de la creación del Estado de Israel, también reaccionan de forma sintomática diciendo que los que condenan a Israel son antisemitas. Defender la causa palestina no es ser antisemita.
Esta cuestión tiene que ver mucho más que ver que una mera cuestión religiosa, cultural, o estar a favor del bien o del mal. Todos somos humanos y mientras estemos dominados por el dinero y por Estados que deciden por el pueblo, que castigan y censuran a los que no son fieles adeptos y cómplices de sus políticas de exclusión, nunca podremos ser libres.
Lo que pasa hoy en Gaza es mucho más complejo que una simple caracterización de árabe-terrorista y judío-genocida. Es ponerse en el lugar del otro y comprender la historia de cada uno. Tanto palestinos como israelíes se jactan de ser legítimos habitantes del suelo en disputa, y ambos tienen derecho a vivir, pero en paz. Y la paz no llegará por las armas, sólo se obtendrá repartiendo las tierras productivas en 2 y compartiendo Jerusalén. O sino llegará el día en que no haya un modo de producción donde el hombre siga dominando y matando al hombre.
Los medios de Argentina han tratado la agresión israelí de una forma bastante liviana y analizándolo sólo como un hecho coyuntural. Olvidan -con o sin intención- otras cuestiones que van más allá de romper con una dicotomía entre palestinos e israelíes, o musulmanes y judíos. Para intentar comprender un poco este conflicto es necesario hacer un análisis histórico sobre los cimientos de la creación del Estado de Israel, y ningún medio da cuenta de eso.
Las coberturas de los diarios argentinos fueron bastante pacatas, a excepción de algunas cosas publicadas por el matutino Página 12. Ninguno de los diarios dijo que el estado de Israel amplió las fronteras propuestas por el plan de partición de la ONU en 1947 luego de las guerras de 1948 y 1967, y que desde aquellos años ocupa territorios ilegalmente bajo la democracia burguesa reinante. Todos los diarios llaman al ataque aéreo, naval y terrestre GUERRA. ¿Acaso lo es? Hamás y la población de Gaza apenas cuentan con vetustos fusiles y misiles de fabricación casera de poco alcance y escasa precisión, mientras que Israel posee la última tecnología en misiles, tanques. ¿A una lucha tan desigual puede llamársela GUERRA?
Al segundo día del ataque aéreo israelí, en el diario Clarín las notas que acompañaron la crónica fueron una entrevista a un experto en “contraterrorismo” que se titulaba “Hamás tiene una red de apoyo desarrollada en Latinoamérica”, y una columna de opinión de un ex canciller israelí. Nunca se le olvida a su corresponsal en Tel Aviv poner en la cabeza y en la bajada de las notas que los ataques empezaron para terminar con los lanzamientos de misiles sobre las localidades del sur del estado hebreo. Jamás se le ha ocurrido escribir a este señor el porqué de esos ataques.
En el año de 1947 la ONU decidió partir a Palestina (que antes ya había sido invadida por el Imperio otomano y luego de la 1ªGM quedó bajo mandato británico). No se la dividió en 2 para crear dos estados, sino en 3: Gaza, Israel y Cisjordania. O sea que la misma partición contemplaba un solo estado con continuidad territorial (Israel), y dos territorios bajo una misma bandera pero bien separados uno del otro. Hay que decir dos cosas sobre esto: que no fue una separación pacífica sino desde fines de siglo XIX la inmigración judía hacia Palestina fue pensada como una colonización armada en las cuales grupos sionistas exterminaron a pueblos enteros; y por otro lado que han pasado casi 62 años de aquella partición de la ONU y sigue sin haber un Estado palestino.
Un estado que se creó y se pobló de inmigrantes, y en consecuencia trajo el despojo y la sangre de miles de nativos descendientes de filisteos, no puede más que mantener su posición sino es con la misma lógica de su nacimiento: la colonización y la guerra. Basta con leer algún libro de Noam Chomsky o simplemente las crónicas de Rodolfo Walsh para dar cuenta de ello.
Luego de la guerra de los 6 días de 1967 miles de asentamientos fueron instalados en Gaza. Esas colonias fueron desmontadas por Ariel Sharon en 2005 en forma unilateral. Este no fue un gesto de buena voluntad del premier hebreo de turno, sino un plan bien estratégico para sitiar a la población palestina y dejarla librada a la plena sumisión israelí: desde aquel año se han levantado dantescos muros alrededor de toda la Franja transformándola –como han dicho varios analistas- en “una cárcel a cielo abierto”. Y no solo eso: Israel controla los pasos fronterizos, les suministra la electricidad, el gas, el agua y hasta la ayuda humanitaria que corta cuando quiere. No conforme con todos estos métodos de control y abuso, el ejército, la marina y la aviación israelí atacan cuando se les antoja sin ningún temor a represalias internacionales, ya que Israel por más de estar en Oriente, es el enclave militar de Occidente en la región.
Por otra parte, aún no teniendo un estado propio, una vez hubo elecciones en territorios palestinos. Fue en enero de 2006 y los veedores internacionales las calificaron “transparentes”. Ganó Hamás (que a pesar de toda coerción, “no reconoce al estado de Israel”) por amplia mayoría. La reacción hebrea, obviamente apoyada por EE. UU., fue la de no reconocer al ganador de las elecciones que ellos mismos habían alentado e imponer un bloqueo total a la Franja, el cual todavía hoy se mantiene. Los dirigentes occidentales pensaban que su aliado palestino Al-Fatah, el tradicional partido de Yasser Arafat, las ganaría fácilmente. No fue así, ya que ese partido se fue desprestigiando ante el pueblo palestino por innumerables hechos de corrupción.
Israel y las potencias occidentales sólo negocian cuando pueden imponer sus condiciones, y sino las pueden imponer por vía diplomática lo hacen –una vez más- por el medio de las armas. Cuando nació la Organización para la Liberación de Palestina no la quisieron reconocer como representante del pueblo palestino, la combatieron. No pudieron eliminarla, y de ahí se desprendió Al Fatah, con el cual negociaron. Al no haber verdaderos réditos para el pueblo palestino, surgió una organización islámica (Hamás) con la cual no quieren negociar porque no acepta las imposiciones israelíes y, más aún, las combate con su escaso poder de fuego. No quisieron negociar con la OLP y surgió Hamás. Ahora no quieren negociar con Hamás, ¿surgirá algo aún más radical en contra de Israel? No lo sabemos, pero prefieren negociar con Mahmud Abbas, que no ha condenado vehemente los ataques contra su pueblo sólo porque mantiene irreconciliables diferencias con Hamás e Israel puede llenar sus bolsillos.
Más allá de todo esto, ¿se puede justificar el lanzamiento de misiles a la población civil del sur de Israel? Han muerto veinte israelíes en los últimos 10 años y es una cifra horrible, pero hay que tener en cuenta que se aproximadamente cada 2000 misiles lanzados muere una persona, y que, la aviación israelí el día de la ofensiva lanzó 40 misiles y en sólo cuatro minutos eliminó a más de 200 personas. Cualquier muerte es horrible, morir por el impacto de un misil lo sería mucho más, pero la muerte por hambre o por no tener medicamentos básicos es imperdonable. La tolerancia tiene un límite, y tampoco en Gaza merecen tener una muerte silenciosa el 60 por ciento pobre de esa población, donde la desocupación ronda el 80 y donde chicos y ancianos mueren de hambre por no recibir un medicamento básico. En Gaza se mueren aunque no se lancen ataques. Es por eso la respuesta con lanzamientos de misiles: durante seis meses Hamás respetó la tregua y el bloqueo a Gaza siguió de igual manera. Los métodos pueden ser condenables, pero como decía Rodolfo Walsh “nos quieren cambiar el cómo por el porqué”. No se inmolan o tiran misiles porque un día se les ocurrió, tienen motivos para hacerlo, lo que no tienen son los medios para llevarlo a cabo de manera regular como lo hace el ejército hebreo.
Es obvio cualquier conflicto que se dispara en la opinión pública genera un toma de posturas y despierta mucha bronca e impotencia de varios bandos. Ha habido muchas reacciones antisemitas, de una lógica fácil y estúpida. En estos días he escuchado cosas como “los judíos son unos asesinos” y hasta “si Hitler los hubiera matado a todos, hoy estos no matarían a nadie”.
Ser judío nada tiene que ver con un Estado genocida como Israel. No podemos meter a todos los judíos en la misma bolsa. Es sabido que la mayoría de los israelíes y judíos del mundo apoyan esta masacre, pero NO TODOS. Ser israelí no significa que todos los habitantes de su país estén de acuerdo con esta limpieza étnica que se está librando en
Gaza, incluso hay una minoría que pone “el grito en el cielo” y que es reprimida por sus gobernantes e ignorada por los medios locales. Es por eso que hay que romper con esas reacciones sintomáticas que homologan a las personas ya sea por raza, religión o Nación.
Hay una minoría judía que quiere realmente la paz. Esa minoría sabe que esta matanza va a generar en los palestinos más rencor, odio y violencia. Son esos pocos judíos que denuncian día a día la lucha por la supervivencia que tienen que librar los habitantes de Gaza, ahora agudizada por los ataques, son esos que critican la construcción de asentamientos en Cisjordania, los que saben que un país que fabrica armas como Israel nunca va a querer paz porque la guerra es un negocio, los que no olvidaron que la anteúltima matanza masiva de palestinos en Gaza fue en marzo de 2007, los que saben que son pibes los ejecutores de una masacre preparada desde un escritorio por sus gobernantes, los que saben que militarmente este conflicto se terminará únicamente con el exterminio de alguna de las partes, los que saben que la partición de la ONU en 1947 les dio las tierras productivas a Israel y no a los palestinos, los que, como Ilan Pappe, proponen un estado único y laico respetando las culturas árabes y judías, los que, como León Rozitchner, saben que al pueblo judío fue Europa el que los persiguió por siglos, el que con todo el poder del nazismo -ante la amenaza de expansión del comunismo ruso con fuerte presencia judía- los exterminó en la 2ªGM, y que, luego, con la creación del estado de Israel, olvidaron de acusar a los perpetradores del holocausto y les permutaron un enemigo verdadero por uno falso: los europeos (no sólo los nazis alemanes) por los palestinos. Son esos judíos sobrevivientes de una limpieza étnica los que denuncian hoy otra limpieza étnica perpetrada en su nombre. No son todos iguales.
Por otro lado, los defensores de las masacres del Estado de Israel, ante la mínima crítica a sus decisiones militares, políticas, y más aún, cuando se pone en duda las bases de la creación del Estado de Israel, también reaccionan de forma sintomática diciendo que los que condenan a Israel son antisemitas. Defender la causa palestina no es ser antisemita.
Esta cuestión tiene que ver mucho más que ver que una mera cuestión religiosa, cultural, o estar a favor del bien o del mal. Todos somos humanos y mientras estemos dominados por el dinero y por Estados que deciden por el pueblo, que castigan y censuran a los que no son fieles adeptos y cómplices de sus políticas de exclusión, nunca podremos ser libres.
Lo que pasa hoy en Gaza es mucho más complejo que una simple caracterización de árabe-terrorista y judío-genocida. Es ponerse en el lugar del otro y comprender la historia de cada uno. Tanto palestinos como israelíes se jactan de ser legítimos habitantes del suelo en disputa, y ambos tienen derecho a vivir, pero en paz. Y la paz no llegará por las armas, sólo se obtendrá repartiendo las tierras productivas en 2 y compartiendo Jerusalén. O sino llegará el día en que no haya un modo de producción donde el hombre siga dominando y matando al hombre.