viernes, 21 de agosto de 2009

Naty de Tilcara. Diario de Viaje


Si hay un lugar de la ruta viajera del noroeste argentino que está preparado para el turista, ése es Tilcara. Muchas calles asfaltadas, hoteles varios, kioscos abiertos por la noche, servicios de toda índole y grandes tiendas ambientadas tipo Av. Santa Fe. Si hay algo que un mochilero urbano no quiere encontrar cuando visita un pueblo, es justamente esas cotidianeidades de las ciudades. Y Tilcara tiene bastante de ciudad, pero tiene también algo que es muy difícil de encontrar en la gran ciudad. Tiene a Naty. Que no es Natalia sino Natividad. Creo que fue la primera vez que escuché ese nombre.Cuando bajamos del micro proveniente de Purma, en la Terminal nos estaba esperando ella. Cara bien redonda, pómulos gorditos, ojos negros, pocos dientes, cabello bieeeeeeeen largo, un metro sesenta bien corpulento. “¿Buscan hospedaje chicos?”, nos preguntó casi con vergüenza. Cobraba $9 por cabeza por un cuarto, había un par de colchones pero no para los 7 que éramos. Después de todo, no era mala la idea de dormir una noche bajo techo y, mucho más, recordando el frío nocturno que había padecido en el lugar años anteriores.Gracias a no sé quien Naty vivía a sólo cinco cuadras de la plaza principal. Pero no en lo bajo sino en lo alto del pueblo, muy cerca del Pucará, por lo que –por suerte- estábamos lejos de la careteada comercial.Nada podía se mejor que la calidez y la hospitalidad de esa señora y de ese hogar. Cocina, pava eléctrica, ducha caliente, colchones, frazadas y la alegría de “la gente de la tierra”. Esa gente que te abre las puertas de sus casa sin conocerte, por escaso dinero (hay campings más caros) y que te dan todo lo que tienen, y lo que lo no poseen, intentan encontrarlo para dártelo. Es esa gente que no te ve como un número sino como a alguien que quiere conocer su historia, su pueblo, sus vivencias, sus pensamientos. Esa gente que está contenta por tu visita.Nunca nos pidió el dinero, en cambio requirió hasta el hartazgo que le firmásemos un cuaderno similar al que escribí esta crónica. Ése era su mayor deseo, el reconocimiento de sus visitantes. La consentimos por escrito, oral y gestualmente.

La casa estaba siempre sin llaves. El que llegaba, abría y pasaba. Tras la puerta estaba el comedor con una pequeña mesa, la cocina con sus utensillos y un nylon transparente que separaba al patio (el centro físico del hogar) que medía 2 x 4 mts. y donde, en el medio, yacía una especie de apacheta que servía como escurridor de platos y como apoyo del palo del árbol que sostenía la soga para tender la ropa. Los baños eran dos: uno para bañarse, otro para las necesidades. Había cuatro habitaciones. En una dormía, y vivía durante nuestra estadía, Natividad con sus tres hijas. En otra más pequeña dormían tres chicas que estaban desde antes de que llegásemos. Otro cuarto apenas un poco más grande, lo coparon cinco pibes muy poco sociables y habitación más grande fue ocupada por nosotros. Dentro de la misma, un plegado de bolsas de residuos formaba con las paredes de una esquina otra habitación donde dormían otras tres chicas de Tres Arroyos, de las cuales una de ellas era compañera de facultad de una íntima amiga nuestra del barrio.Así es su casa casi todo el año. Desde enero hasta mediados de marzo se hospedan en su mayoría mochileros argentinos. A partir de mediados de mayo hasta finales de septiembre copan la casa artesanos latinoamericanos que llegan para venderle sus obras a los europeos que llegan a vacacionar a Tilcara. Es la época de trabajo. “Los demás meses no viene casi nadie. Pero igual no les cierro las puertas a nadie”, comenta Naty sonriendo.El marido de Naty y su hijo están trabajando en Comodoro Rivadavia. Ganan bien, contaba. Se habían ido hacía seis meses y volvían en cuatro. Y cuando volviesen iban a seguir trabajando para agrandar la casa y así poder hospedar a más gente. Ambos eran obreros de la construcción y habían partido a la Patagonia donde el trabajo está mejor pago. Naty decía que su esposo allá no gastaba porque dormía en la empresa y que hacía trabajos extras. Estaba trabajando para una petrolera. ¿Cuándo será el día en que los trabajadores trabajen para sí mismos sin depender de que alguien les brinde esa posibilidad?

¡Qué lindos días pasamos en Tilcara! ¡Qué linda Naty!La primera noche había una peña en una biblioteca. Previo arroz con manteca y queso, y fernet digestivo posterior, partimos hacía allí. A la una y media el lugar el lugar explotaba. Un trío jujeño, todos vestidos con unas túnicas regionales de color blanco, hacían enloquecer a las doscientas personas que se encontraban en el lugar. La gente se movía de un lado hacia el otro, algunos con estilo, otros sólo por el hecho de sumarse a la alegría que emanaban las melodías del siqus, la quena y el charango.Folklore, chamamé y los cobers de algunos jitazos vailanteros zonaron asta tempranito. Luego otros cuatro jóvenes se pusieron a tocar mientras algunos experimentados en la danza enseñaban a bailar a algún madera. Era una reunión de gente de distintos lugares, costumbres, vestimentas, pensamientos, etc. Nos unió la música. Todos se abrazaban y bailaban con todos. Los jujeños borrachos que coqueaban, los porteños borrachos que también coqueaban, los vestidos de etiquetas, las “jipie-chics”, los futboleros, los mochileros. Y cuando la fiesta estaba incontenible, aparecieron ellos. Sí señores, ellos. Los hombres vestidos de azul, los protectores del status quo, los ejecutores de la “justicia”, los funcionales del poder, el poder represivo del Estado. En fin, la policía.

¿Para qué? Para joder la noche nomás. Porque "después de las 4 no podía haber abierto ningún boliche ni ningún lugar de encuentro". Era la misma puta ley que en Tucumán, pero en Tilcara, los porteños y bonaerenses, que éramos mayoría y que tenemos joda de lunes a lunes todo el año, renegábamos y nos resistíamos a irnos a dormir. Por lo cual los cinco uniformados interrumpieron la alegría por 20 minutos y, luego de que varios se hayan ido, abandonaron la biblioteca y la peña siguió hasta las seis. Hasta las cinco y media duró el fernet con coca. Los últimos se sirvieron con soda. Había varios que lo podrían haber tomado con querosene que ni cuenta se hubiesen dado. Y, entre baile y baile, entre copa y copla, se fue la noche de peña.

El sábado amaneció nublado. A 6 km. de la parte poblada de Tilcara está la Garganta del diablo. La caminata tiene una vista hermosa por entre “los Valles de la Quebrada”. Valles por la derecha, por la izquierda. Un cuadro. La Garganta en sí es un sendero estrecho entre la unión de dos cerros por el que pasa un río que llega de la montaña. Muy lindo. Muy mojado volvimos. Enero es época de lluvia y ese día fue incesante durante las dos horas que estuvimos en la Garganta y que nos llevó la vuelta a nuestro hogar tilcareño.

Después de lo bien que la habíamos pasado la noche anterior en la biblioteca, decidimos repetir e ir al mismo lugar. Antes comimos unos ricos fideos con salsa que hizo Tilín. Mientras cenábamos intercambiamos opiniones con unos chicos de barrios burgueses (Belgrano, Vicente López, Martinez, San Isidro) sobre historia, modos de producción, problemas sociales, estructurales, política, etc. Éstos eran de barrios burgueses, pero no eran de esos que sólo piensan en ir a Unicenter y Puerto Madero. Será esa porquería llamada "prejuicio" de construir al otro por sus costumbres, barrios en que viven, carreras que estudian, pero me llevé una gran sorpresa: tenían la cabeza bien abierta y eran muy inteligentes. Salimos con ellos. Al llegar en patota al lugar nos llevamos "la" desilusión. No había charango, ni quena, ni nada de eso. Pasamos gratis pero una banda de rock tocaba desde un escenario. Quizás era buena, pero queríamos otra cosa, y la alegría no fue la misma.

Luego de que terminase de tocar la banda, empezó a sonar rock comercial y nacional. El lugar estaba más lleno que la noche anterior. Era sábado y en Tilcara había joda, por lo menos hasta que la policía quiso. Esta vez llegaron a las 3 a.m. y eran diez. Enseguida se vació el lugar. Las 100 personas que quedamos en la calle, con la idea de un flaco y la arenga de de Carillo, nuestra compañera, nos trasladamos a cinco cuadras, cerca de la ruta, donde supuestamente había una peña. Tampoco lo era. Un trío tocaba unos folclores más parecidos a los del terrateniente del chaqueño Palavecino o al de los oligarcas de Los Chalchaleros. En el lugar, los espectadores eran unas diez personas que vieron alterada su paz con nuestra presencia. Cuando nos acomodábamos, otra vez llegó el Estado. Esta vez con palos en las manos, gritando y con mucha menos paciencia. Nuevamente decidieron ellos cuando se terminó la fiesta en comunidad.Esa noche fue la última en Tilcara. Al llegar jugamos un truco y comimos el arroz y los fideos con tuco de las cenas anteriores. La mesa era un chiquero cuando nos venció el sueño; impecable al mediodía cuando nos levantamos. Grande Naty!

Antes de partir a Humauaca un par de nosotros le firmamos el bendito cuaderno que estaba lleno de cartas, dibujos, fotos y agradecimientos. A cambio le pedí que me dedique unas líneas. Y así reflejó su cariño:


Tilcara – Jujuy 23/01/09

Adrián:

su estadía en mi casa fue muy agradable porque son muy alegres, buenos y respetuosos. Y en otra oportunidad que lleguen a Tilcara, las puertas de mi casa, como de mi corazón, estarán abiertas esperándolos!!!GRACIAS

CHICOS

DE

FLORESTA

NO ME OLVIDEN ---> NATY

P/D: mucha suerte, es su continuo viaje!!!


¿Cómo la vamos a olvidar? Usted es la gente de la tierra. Usted es una colla. Usted es Naty. Nunca la vamos a olvidar y volveremos para vistarla. Gracias Naty! Gracias Pacha!

1 comentario:

  1. QUe lindo!! te felicito
    tengo ganas de ir ahora en las vacas de invierno
    Te queria preguntar... me recomendarias en especial alguno de los hoteles en Tilcara?

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